Economía digital y desigualdad social ( Gustavo Gonzalez Urdaneta )

 

Economía digital y desigualdad social

Gustavo Gonzalez Urdaneta

23 febrero 2021

 

El término Economía Digital fue dado a conocer por Don Tapscott en 1995 en su libro “La Economía Digital: Promesa y peligro en la Era de la Inteligencia en redes” donde mostraba como

el Internet puede cambiar el modo en el que se hacen los negocios. En esta nueva economía, las redes digitales y la infraestructura en comunicación proporcionan una plataforma global sobre la cual, las personas y organizaciones crean estrategias, interactúan, se comunican, colaboran y buscan información. Recientemente, la Economía Digital ha sido definida como la rama de la economía que estudia el costo marginal nulo de activos intangibles vía Internet.   

 

La economía digital se constituye como un ecosistema que tiene múltiples concepciones a nivel internacional pero cuyos tres componentes principales son: la infraestructura de negocios (Hardware, software, conexión, datos y energía); el negocio electrónico (e-Business) y el comercio electrónico (e-Commerce). No es Internet, es mucho más complejo. 

 

La innovación digital está en vías de transformar casi todos los sectores de la economía introduciendo nuevos modelos comerciales, productos, servicios y, en última instancia, nuevas formas de crear valor y empleos. Los resultados de esta transición ya son evidentes: la economía digital mundial en 2016 representaba un valor de USD 11,5 billones, o sea 15,5 % del producto interno bruto (PIB) mundial. Se espera que esta cifra llegue a 25 % en menos de una década.

 

Sin embargo, no todos se han beneficiado de la misma manera: aunque la revolución digital es un fenómeno mundial, todavía existen enormes desigualdades entre los países y dentro de ellos en lo que respecta a penetración, asequibilidad y desempeño de los servicios digitales. Si bien casi la mitad de la población mundial tenía acceso a internet en 2016, la tasa de penetración en los países menos adelantados (PMA) era solo del 15 %, o sea 1 de cada 7 personas. La proyección es del 97% de cobertura para el 2020 pero sólo el 23% de la población usaría internet. Esto confirma que el logro de cualquier objetivo depende no solo de la infraestructura y la asequibilidad, sino del desarrollo de la educación y habilidades humanas.

 

En diciembre de 2015, el costo de los servicios móviles de banda ancha era de alrededor del 17 % del ingreso nacional bruto (INB) medio mensual per cápita en los PMA, en comparación con tan solo el 5 % a nivel mundial. Esta brecha digital persistente podría exacerbar las desigualdades y crear una nueva clase de "pobres digitales".

 

De acuerdo con un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), un aumento promedio del 10% en la penetración de banda ancha en los países de América Latina y el Caribe (ALC) provoca un alza del 3,19% del PIB-producto interno bruto y del 2,61% de la productividad, a la par que genera más de 67.000 empleos directos. Si bien la banda ancha es un pilar fundamental para lograr esos efectos positivos en el desarrollo socioeconómico, no resulta suficiente. Es necesario integrar oferta, demanda y politica publica y regulación.

 

El fenómeno de la desigualdad es global, cifras de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) señalan que la desigualdad de ingresos de los países que la conforman alcanzó en el 2020 su nivel más alto en 50 años, donde el ingreso promedio del 10 % más rico es cerca de 9,5 veces más alto que el del 10 % más pobre, mientras que la desigualdad de riqueza muestra que el 10 % superior posee la mitad de la riqueza total y el 40 % inferior tiene solo el 3 %.

 

Lo anterior contrasta con el crecimiento económico que ha experimentado el mundo en las últimas décadas, el cual ha tenido como consecuencia directa una masificación de una clase media con expectativas más complejas, la cual en los últimos diez años prácticamente se ha duplicado, representando hoy en día cerca de la mitad de la población mundial. En esa línea, ni la desigualdad económica es por sí misma un problema ni el crecimiento económico es per se una buena noticia, por cuanto debemos cuestionarnos cómo ambos fenómenos conversan con el actual escenario de transformaciones sociales y digitales que experimenta el mundo.

 

De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), más del 60% de los trabajadores a nivel mundial no tienen un contrato laboral, menos de la mitad tienen un empleo completo y permanente y actualmente sería necesaria la creación de 600 millones de empleos nuevos para lograr conseguir el ritmo de crecimiento de las personas en edad de trabajar.

 

La economía digital se suma a la ecuación y surgen otras necesidades a cubrirse a nivel global. En los últimos años, las plataformas digitales han penetrado en varios sectores de la economía y la sociedad, y los trabajos a distancia aumentaron tras las medidas de confinamiento por la pandemia. En abril de 2020, más de 1,500 millones de personas permanecieron en sus hogares, como parte de las medidas de prevención. A través del teletrabajo o trabajo a distancia, muchas empresas pudieron continuar con sus actividades, lo que contribuyó al crecimiento e impactó en la economía digital. Millones de personas pudieron seguir en sus empleos de manera remota y generar ingresos. Sin embargo, esto también mostró una cara más de la desigualdad.

 

Las personas con trabajos que no se pueden realizar en línea, las mujeres, las personas con discapacidad y los trabajadores migrantes enfrentaron muchos desafíos, riesgos y desigualdades con esta transición. La regularidad del trabajo y los ingresos disminuyeron, y muchos sufrieron violaciones a su derecho a tener condiciones justas de trabajo y protección social. El desempleo aumentó y para muchas mujeres se multiplicaron las labores del hogar.

 

Por otra parte, las empresas tradicionales también enfrentan desafíos ante la competencia desleal de nuevas plataformas que han surgido de manera muy reciente y no están sujetas a regulaciones en cuanto a la fiscalidad, otras obligaciones o a la gestión de la mano de obra. Adaptarse a las transformaciones del mundo digital es un reto para las pequeñas y medianas empresas, sobre todo aquellas que no cuentan con la misma disponibilidad de infraestructuras digitales que las grandes empresas.

 

El crecimiento vertiginoso de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) y la consecuente omnipresencia de las plataformas digitales en la vida cotidiana, exigen a las ciencias sociales adaptar los enfoques y modos de desarrollo de los vínculos entre la desigualdad social y la desigualdad digital y las formas en que ambas desigualdades se retroalimentan en la sociedad contemporánea.

 

El escepticismo de la década de 1950, sobre la alineación de los intereses corporativos y sociales, parece extraño en comparación con las preocupaciones actuales sobre si los líderes empresariales aprovecharán el poder de la inteligencia artificial (IA) y la automatización del lugar de trabajo para llenar sus propios bolsillos y los de los accionistas, sin mencionar que perjudican a la sociedad al causar desempleo, infringir privacidad, creando riesgos de seguridad y protección, o algo peor. En el siglo XXI es imperativo que los líderes empresariales adopten una estrategia socialmente cuidadosa e impulsada por la innovación en pro del beneficio mutuo de las empresas y la sociedad. A esto, los especialistas, lo llaman la Responsabilidad Social Tecnológica (RST) y equivale a una alineación consciente entre los objetivos comerciales a corto y mediano plazo y los objetivos sociales a más largo plazo.

 

La clave en la RST está en lograr y mantener el equilibrio entre dos dimensiones en el cual las empresas tienen un papel central. La primera es la medida en como adoptan tecnologías e innovaciones para un crecimiento acelerado, comparado, con un enfoque más limitado en la sustitución de mano de obra y la reducción de costos. La segunda es la medida en que la adopción de tecnologías irá acompañada de transiciones laborales para elevar los niveles de habilidades y asegurar un mercado laboral más fluido. Ambas dimensiones deben estar sincronizadas con la estrategia de aprovechar la IA y la automatización.

 

Se ha encontrado que alineando los intereses comerciales y sociales a lo largo de los ejes gemelos del enfoque de la innovación y la gestión activa de la transición, la adopción de tecnología puede potencialmente aumentar la productividad y el crecimiento económico de una manera poderosa y medible. Otros escenarios empresariales que presten menos atención a la innovación o la gestión de transiciones disruptivas desde la adopción de tecnología podrían ralentizar el crecimiento de los ingresos, aumentar la desigualdad y el riesgo de desempleo, y conducir a menos mejoras en el ocio, la salud y la longevidad. Y eso, a su vez, reduciría los beneficios para las empresas.  

 

No es de extrañar que un número creciente de empresas, desde Walmart hasta la empresa de software alemana SAP, estén haciendo hincapié en los programas de formación internos para equipar a los miembros de su fuerza laboral con las habilidades que necesitarán para un entorno de trabajo más automatizado. Y tanto Amazon como Facebook han aumentado el salario mínimo para sus trabajadores como una forma de atraer, retener y recompensar el talento.

 

De acuerdo con McKinsey, los líderes empresariales tienen tres prioridades fundamentales. En primer lugar, la gestión proactiva de las transiciones tecnológicas que no solo redunda en interés de la sociedad en general, sino también en el interés financiero de las propias empresas que un enfoque más restringido. En segundo lugar, los planes de reinvención digital deben estar basados en una estrategia de gestión de la fuerza laboral reflexiva y proactiva, ya que las máquinas complementan cada vez más a los humanos en la fuerza laboral. En tercer lugar, los directores ejecutivos deben adoptar nuevas asociaciones con visión de futuro para el bien social. Un ejemplo se refiere a la educación y las habilidades.

 

IBM, por ejemplo, se está asociando con escuelas vocacionales para dar forma a los planes de estudio y construir una cartera de futuros trabajadores de “cuello nuevo”: individuos con perfiles laborales en el nexo de trabajo profesional y comercial, que combinan habilidades técnicas con una formación superior. AT&T se ha asociado con más de 30 universidades y múltiples plataformas de educación en línea para permitir que los empleados obtengan las credenciales necesarias para nuevos roles digitales. Una acción crítica del sector público incluye crear mercados para bienes públicos, como la atención médica, de modo que exista un incentivo comercial para atender estos mercados.

 

No hay lugar a duda de los beneficios que trae consigo la Economía Digital en la productividad, el crecimiento económico y el empleo; así como un impacto social, en la educación, los servicios de salud y el acceso a la información. Los usuarios pueden beneficiarse con la mejora de sus habilidades sociales o mejorar en sus resultados escolares y el medio ambiente por el uso más eficiente de energía. Por otra parte conlleva riesgos asociados a la brecha digital en sus tres grados o niveles: acceso o no a una computadora e Internet; usos de internet, intensidad y variedad de uso, habilidades y tercera brecha, los usos avanzados de Internet.

 

Otros riesgos que se encuentran presentes en la economía digital son la concentración de las plataformas digitales en unas cuantas manos a causa de la poca competencia; la desigualdad, debido a que las economías requieren de mayor cualificación en los empleos y habilidades de más alto nivel, lo cual sustituirá los empleos de trabajo rutinario; y el control, que refiere a las barreras de los servicios gubernamentales y la poca rendición de cuentas a la ciudadanía, de manera que las TIC serán usadas para obtener mayor control y no inclusión de la población.

 

Ante ello, el Estado tiene un papel fundamental, cuya responsabilidad debe atender las mejoras en la infraestructura de las TIC, entorno regulatorio e institucional, educación y formación para mejorar el capital humano así como un sistema de innovación científica y tecnológica.

 

Desde su aparición a mediados de la década de 1990, el comercio digital se desarrolló de manera más dinámica e innovadora que el comercio tradicional. Mientras que el comercio mundial está creciendo actualmente a menos de 3% anual, las tasas de crecimiento en el comercio electrónico son de dos dígitos. Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el comercio online mueve por sí solo cada año 29.000 millones de dólares en todo el mundo.

 

Según The Economist los datos son el nuevo petróleo crudo. Las estructuras y las dependencias estructurales en la economía de datos son similares a las de las economías basadas en la extracción de materias primas. En ambos casos, no son los países de origen de las materias primas los que se benefician con su explotación, sino aquellos actores que poseen la infraestructura. En las economías de datos, esta consiste en, por ejemplo, cables submarinos, nodos de red, centros de datos y cálculo y algoritmos de inteligencia artificial.

 

Hasta el momento, son básicamente dos países los que se han beneficiado con este proceso: 90% del valor de mercado de las 70 plataformas más grandes corresponde a Estados Unidos y China. Europa tiene 3,6%. Al resto de Asia le corresponde sólo 5%; a África, 1,3%. La participación de América Latina es muy pequeña a pesar de contar con tres países del G-20: Argentina, Brasil y México. Este desequilibrio regional podría acentuarse más, ya que los grandes grupos empresariales desean expandir sus inversiones hacia la economía digital. Motivo: el Covid-19 y posibles pandemias futuras.

 

Un estudio de la UNCTAD ubica el comercio mundial de bienes intangibles en 63.000 millones de dólares en 2015. China ha logrado excedentes comerciales relevantes en esta categoría de productos, mientras que muchos países en desarrollo y emergentes solo eran importadores netos de productos transmitidos digitalmente y algunos tienen altos déficits comerciales. Hay incluso países emergentes entre los llamados importadores netos. En México, por ejemplo, el déficit comercial fue de casi 600 millones de dólares. Tailandia, Sudáfrica, Chile y Brasil tienen, por su parte, déficits de más de 200 millones de dólares cada uno.

 

Para el Fondo Monetario Internacional (FMI), la participación de Estados Unidos en el sistema financiero latinoamericano será esencial en tanto que el 45 por ciento de las exportaciones se producen de la región sur hacia el país norteamericano. Así lo afirmó en diciembre 2020 Kristalina Georgieva, directora general del FMI, durante una intervención organizada por el Consejo de las Américas.

    

“La prioridad es la recuperación de la pandemia, pero sí que ahora hay que concentrarse en el estímulo y en la creación de infraestructura para el crecimiento. Vemos que, en realidad, sí que hay un plan muy ambicioso para la recuperación de la región de América Latina gracias a las inversiones de Estados Unidos”, apostilló en esa línea. Además, expresó su convencimiento de que América Latina puede ser un territorio atractivo para aumentar las inversiones de corporaciones estadounidenses, aprovechando el impulso que algunos países están teniendo gracias a la digitalización y recalcando que uno de los aspectos positivos es que América Latina y Estados Unidos comparten la misma zona horaria y “eso puede ser algo bueno”. Amanecerá y veremos.

 

El fenómeno digital tiene multitud de vertientes. Hablamos de la transformación digital de los negocios y de la sociedad, con sus beneficios y riesgos, pero sin duda, lo primordial es entender los fundamentos en los que se mueve la economía digital y cuáles son los factores clave que debería desarrollar un país para impulsar la economía digital. Las aproximaciones hasta la fecha asocian el concepto de economía digital al de la economía que se produce gracias a Internet. Creo que este acercamiento ha quedado ya muy limitado y no refleja la complejidad a la que nos enfrentamos como sociedad. Lo que sí sabemos es que los factores de la economía clásicos no nos sirven. Aquello de capital, tierra, trabajo es del siglo XVIII. Hoy en día la producción de la Economía Digital es función de la Tecnología, el Capital, el Talento y la Ética.

 

La tecnología es el motor de una economía digital y los componentes clave son cinco: Hardware, software, conexión, datos y energía. La economía digital necesita de mucha inversión y el capital utiliza unas lógicas muy claras: confianza (marco jurídico, estabilidad, proyectos concretos y visión) y retorno (resultados, impuestos e impacto social). El tercer elemento de la economía digital es la transformación del factor trabajo por el factor talento que se necesita atraer, potenciarlo y asegurar que se desarrolla y crece. El principio ético fundamental es que, lo que es bueno para el mundo, es bueno para nuestra economía, la cual tiene que ir alineada con los objetivos de desarrollo sostenible marcados por la ONU.

 

La revolución digital está transformando las economías. Los beneficios económicos potenciales de las tecnologías digitales son inmensos, pero las nuevas oportunidades vienen acompañadas de nuevos desafíos. Las desigualdades en la renta y la riqueza han aumentado a medida que la digitalización ha remodelado los mercados y el mundo de la empresa y del trabajo. Han crecido las desigualdades entre las empresas y entre los trabajadores. La distribución tanto de las rentas del capital como de las rentas del trabajo se ha vuelto más desigual; la participación del trabajo en las rentas nacionales ha descendido, mientras que la del capital ha aumentado. Pero el cambio tecnológico no es la única causa de desigualdad; lo insuficiente de las políticas también es parte importante de la historia. Las políticas deberán responder mejor a las nuevas dinámicas de la economía digital a fin de lograr resultados más inclusivos.   

 

La tecnología ha cambiado la forma de operar y generar valor en nuestra sociedad, pero no ha cambiado su tejido social. Hemos crecido económicamente y avanzado tecnológicamente, pero también han incrementado las desigualdades, lo cual nos enfrenta a una difícil pregunta: ¿cómo nos haremos cargo de las futuras problemáticas sociales que acarrea la economía digital si todavía no hemos podido subsanar las inequidades arrastradas del pasado? En un contexto donde, para bien o para mal, la digitalización ha prometido una democratización en el acceso a un estándar de vida mejor.

 

En general, la economía digital suele pensarse desde una positividad que tiende a idealizar las figuras de los startups, las plataformas digitales y la innovación tecnológica, de hecho, en la ontología empresarial la llamada “transformación digital” suele asociarse intrínsecamente a progreso. Sin embargo, todo presunto progreso supone externalidades, y en la medida que no seamos capaces de articular una mirada interdisciplinaria para abordar los desafíos del tecnocapitalismo, difícilmente lograremos anticiparnos a los desafíos sociales que vienen y evitar que nos estallen - ¿nuevamente? - en la cara.

 

El concepto y proceso de la Sociedad de la Información que ingresó al pensamiento académico, político y económico a partir de finales de los años sesenta, ha mostrado sus insuficiencias frente a uno de los más graves problemas de la sociedad contemporánea que en su llamativo discurso pretendía resolver: la desigualdad.

 

La brecha digital constituye una nueva expresión de la desigualdad en el siglo XXI, en términos de las inequidades sociales en materia de acceso, uso y apropiación de las TIC, visión que justamente permite entender el carácter estructural de dicho problema y reconocer los múltiples agentes que lo generan. Lo que algunos han llamado “una desigualdad por desconexión”. Lejos de las promesas de la Sociedad de la Información, la pobreza, la exclusión y la desigualdad se encuentran entre los más graves problemas de la sociedad global del siglo XXI.

 

Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo. (Mahatma Gandhi)

 

 

 

Comments

  1. De: Henrique Benedetti

    Muy bueno el articulo. Mi comentario: La desregulacion de la banca en US , permitio la creacion y negociacion de cientos de figuras financieras . Entre ellos los COD causantes de la burbuja en el 2008 . La banca fue muy pero muy creativa y por eso termino el planeta pagando los platos rotos. Quizas la crisis del 2008 fue el gran acelerador de la desigualdad.
    Mi gran temor de la economia digital apunta en dos direcciones.
    1) La falta de una regulacion que garantice al comerciante beneficios por territorio. Como puede ser rentable una tienda de zapatos si el 90% de los visitantes , los prueba para luego comprarlos online en Amazon?.
    2) Los instrumentos monetarios tienen una peincipal funcion. Ser instrumentos de pago. Yo te doy tomates hoy y recibo un pago. Ese pago sirve mañana para comprar tus productos de otra estacion del año.
    En tal sentido , pareciera que las "crypto" monedas dejaron su funcion como instrumento de pago para pasar a ser instrumentos de especulacion y lavado.
    Falta una regulacion que limite y controle la forman en que operan.
    De lo contrario, seguiran aumentando en cantidad y su presencia sera mayor en nuestra vida cotidiana, hasta que tiemble y entonces la proxima burbuja sera causada por la caida de un gran y super gigante "Crypto coin".

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  2. Gustavo, buenos días. Excelente trabajo. En especial los cinco puntos que definen el tema digital. Colocas la energia de ultimo, pero debería ser la primera.
    Saludos
    Diego Gonzalez.

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  3. Un aspecto más por considerar es la moneda digital (MD). Algunos países han estado hablando de la MD, en particular, de un Euro digital. El Banco Central Europeo (BCE) también está trabajando en este esquema. Quiere lanzar "dinero digital del banco central en euros" lo antes posible. Muchos economistas elogian el proyecto como una “innovación”, como un paso importante e indispensable en un mundo cada vez más digitalizado.

    El euro digital no compite con las unidades criptográficas como bitcoin. Después de todo, un euro digital es dinero fiduciario emitido por el estado, que es exactamente lo que todos aquellos que buscan un mejor dinero no quieren tener. Al igual que ocurre con el euro existente, la cantidad de euros digitales se puede incrementar en cualquier momento, no está respaldada por nada y el euro digital conlleva un riesgo de devaluación del 100 por ciento. Como se señaló anteriormente, un euro digital sería un euro fiduciario.

    Si se acepta públicamente un euro digital, el escenario de colapso de los bancos comerciales en euros se vuelve poco probable; el sistema monetario y crediticio del euro estaría respaldado más que nunca por la omnipotencia del BCE.

    Como es bien sabido, en su Manifiesto Comunista (1848) Karl Marx y Friedrich Engels nombraron diez “medidas” cuya implementación conduciría al comunismo. La quinta medida dice lo siguiente: “Centralización del crédito en manos del estado por un banco nacional con capital estatal y monopolio exclusivo”. La emisión de un euro digital y las consecuencias resultantes son sin duda otro paso crucial para hacer realidad la visión de los marxistas de la revolución deseada.

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  4. Complementando uno de los comentarios, la utilización del Bitcoin está siendo más difícil de lo planteado en el mundo real. Los principales escollos que salvar son su volatilidad y su sustentabilidad (usuarios limitados). Las semejanzas en el comportamiento del Bitcoin con otras burbujas nos llevan a ser extremadamente cautelosos. Si a ello le sumamos la gran competencia existente dentro de las criptodivisas ya existentes y las nuevas que salen al mercado, debemos de ver como el mercado se va dispersando en criptodivisas nuevas y provocando una separación de una demanda limitada. El Bitcoin ha marcado en febrero2021 su último movimiento en los $44.225,4 en el Investing.com Índex, lo que representa una caída del 6,88%. Oras criptomonedas (Ethereum, Cardano, Litecoin) han sufrido caídas similares.

    Las opiniones sobre el futuro del Bitcoin son dispares. Por un lado, se encuentran quienes creen que esta criptodivisa ha venido para quedarse y, sobre todo, para cambiar el mundo de los pagos. Por otro, los detractores comparan el activo con los tulipanes holandeses y consideran que carece de cualquier valor. Dentro de los que apoyan al Bitcoin también hay una segregación, están aquellos que favorecen los intercambios dentro de la red y los que no favorecen su entrada. Este motivo que ya es de conocimiento público es otro motivo para agudizar la caída,

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  5. Han transcurrido casi 250 años desde que Adam Smith se hizo célebre defendiendo que el libre comercio conduce al bienestar económico y social. Probablemente se sentiría hoy orgulloso de la
    resonancia que han adquirido sus ideas en un contexto extremadamente distinto del que conocía.
    La interrelación entre economía digital y economía tradicional es cada vez mayor, de modo que resulta difícil establecer una delimitación nítida entre ambas. Citando a Nicholas Negroponte, hemos pasado del procesamiento de átomos al procesamiento de bits.

    Si bien la adopción de tecnología puede ser perjudicial para el bienestar de las personas a corto plazo, especialmente en relación con los trabajos y los ingresos, la tecnología en sí podría utilizarse para ayudar a suavizar esas interrupciones. En ese respecto es necesario prestar particular atención a seis temas de bienestar que se discuten con mayor frecuencia como particularmente relevantes en el contexto de la adopción de tecnología: seguridad laboral, estándares materiales de vida, salud, educación, sustentabilidad ambiental e igualdad de oportunidades.

    La tecnología ha sido una fuerza transformadora y un motor para el cambio social en Occidente, como mínimo, desde la Revolución Industrial. En su concepción optimista actual, es lo que permite que un dron transporte ayuda humanitaria a zonas aisladas por catástrofes naturales o que centros de fabricación digital creen redes inalámbricas de Wi-Fi en Afganistán o Kenia. Para las visiones pesimistas, esa misma revolución tecnológica es la que amenaza a sectores laborales por completo, tiende a concentrar las rentas generadas en unas pocas empresas y ofrece un poder enorme a aquellas compañías que comercian con datos de los ciudadanos.

    Si algo está claro es el impacto de la tecnología sobre la desigualdad social, se reconoce que la revolución digital ha generado beneficios a corto plazo pero la mayoría son privados y se concentran en pocas manos. Las ganancias están fortaleciendo el bienestar de una élite de empresas y profesionales bien formados para este nuevo entorno, pero no el de la sociedad en su conjunto. En resumen, la tecnología no mejorará vidas por sí sola: necesitará una agenda de desarrollo para los que formulan políticas y líderes empresariales que mitigue algunos de los efectos negativos de adopción de tecnología, tanto a corto como a largo plazo.

    The Economist, publicó entre sus 20 interesantes predicciones sobre el 2021 que las empresas que no inviertan por lo menos 10% en nuevas tecnologías desaparecerán. La empresa tradicional llegó a su fin en el 2020. Ya sólo queda esperar a su muerte definitiva. Con recursos limitados las empresas requieren más certidumbre y mejores inversiones. Una empresa tecnológica, nueva y fresca hoy, puede desbancar a una que lleva haciendo lo mismo en los últimos 50 años.

    Así como el modelo de “dark kitchen” (reparto de comida a domicilio) ha crecido, muchos servicios copiarán el modelo. De acuerdo con esta revista la innovación, la tecnología, lo natural y el pensamiento lateral son la base de la nueva realidad. Según estas proyecciones, seguir haciendo lo mismo sin replantearlo en el 2021 es ir directo al desfiladero. Todos están a tiempo de encontrar nuevos caminos. Algunas directrices están definidas. Simplemente hay que encontrar las nuevas rutas personales o empresariales.






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  6. Excelente tus análisis en tu artículo, ya que el mismo lo redactaste de una manera muy didáctica y, para mi lo más importante, es que terminas dando una solución al comparar las consecuencias positivas y negativas, en relación a la aplicación de esta Economía Digital.
    Recibe un fraternal abrazo y que Dios te bendiga

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  7. La revolución digital es un cambio disruptivo que afecta y afectara todas las facetas de la civilización actual. La economía es solo una parte de ella. Sus posibles consecuencias están ampliamente documentadas y han sido objeto de debate en diferentes foros, entre ellos en el foro de Davos. Como ha ocurrido a lo largo de la Historia sus beneficios no están siendo repartidos equitativamente.
    Respecto a la inequidad en cuanto a la distribución del producto, Elías Canetti en Masa y Poder escribió que los problemas comienzan cuando la muta de caza se transforma en la muta de distribución. No pareciera entonces que los lideres corporativos voluntariamente compartan beneficios y asuman responsabilidades sociales.
    En cuanto al aumento del salario mínimo para atraer y mantener el talento, este, el talento, no se atrae ni se mantiene con salario mínimo y la controversia política desatada en EU respecto al salario mínimo revela cuán lejos se está de esa meta.
    La aparición de verdaderos mamuts en el campo digital con su poder mediático modelador e instigador de conductas, creador de realidades alternativas, cuyos algoritmos adictivos crean necesidades, con su poder de censura, ahondan esa brecha digital que atraviesa la sociedad actual. El desarrollo de la IA es otro factor cuyo alcance y consecuencia se está comenzando a apreciar en toda su dimensión.
    Toda empresa humana es ambigua y la revolución digital por supuesto también lo es. Quienes la controlan actualmente no se mueven solo por razones altruistas ni por beneficios para la Humanidad y toca a la sociedad en su conjunto señalar el camino adecuado. Esto requiere cooperación entre los pueblos de la tierra. La Pandemia ha mostrado con claridad meridiana lo necesario de esta cooperación y lo difícil de conseguirla.
    El tiempo dirá si esta revolución digital abatirá los problemas de pobreza, exclusión y desigualdad que permean la sociedad globalizada del siglo XXI.

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