La Falta de Moralidad y los Auténticos Sinvergüenzas (Gustavo González Urdaneta) Miami 10 agosto 2022

 La Falta de Moralidad y los Auténticos Sinvergüenzas

Gustavo González Urdaneta

Miami 10 agosto 2022

 

La moralidad es muy importante en una sociedad; está relacionada con el respeto, el sentido común, y el cumplimiento de nuestras obligaciones; implica acatar las normas sociales y la ley; respetar al otro, obedecer a las autoridades y actuar en conformidad con nuestros propios principios.

 

En este sentido, la moralidad puede venir dada por el derecho y por todo aquello que establece dentro del marco legal, pero también puede estar suscrita dentro del campo de la religión o dentro de una doctrina o ideología política; la moralidad puede obedecer a los principios deontológicos del profesional, o puede tener su razón de ser dentro de los códigos de conducta establecidos, de manera más o menos espontánea o tácita, por una sociedad. La moralidad, pues, tiene mucho que ver también con ser consecuentes con aquello que decimos y actuar conforme a nuestra conciencia.

 

Cuando una persona no se siente responsable u obligada a ser un ejemplo moral en la sociedad y para sí mismo, la intención con que hace las cosas es repugnante y reprobable, actúa con egoísmo y se inclina constantemente a la ventaja y al interés propio. El régimen actual en Venezuela ha fomentado el golilleo, el oportunismo, el raspa cupo, el matraqueo, el buhonerismo, el bachaqueo, el malandreo, el rebusque, la mendicidad, el clientelismo, el sapeo, la corrupción, el trueque y la trampa como modos de vida, ese es el ''hombre nuevo'', un animal de rapiña capaz de vulnerar los valores humanos fundamentales para subsistir.

 
La falta de moral en la actualidad da lugar a la depravación y pérdida de consciencia en la sociedad de hoy en día. A fin de entender lo que se ha perdido es preciso entender qué es la moral. La moral son las reglas o normas por las que se rige la conducta de un ser humano en concordancia con la sociedad y consigo mismo, en otras palabras es la consciencia que tiene una persona del bien y del mal por la cual se siente responsable de sus actos. La pasividad tiene a Venezuela destruida, gobernada por ineptos, ignorantes y ladrones. Si los Venezolanos no hubieran estado "distraídos" al comienzo de Chávez, este régimen no se habría quedado tantos periodos.

 

Para la psicología y la sociología, la anomia es un estado que surge cuando las reglas sociales se han degradado o directamente se han eliminado y ya no son respetadas por los integrantes de una comunidad. El concepto, por lo tanto, también puede hacer referencia a la carencia de leyes. Cuando hablamos de anomia hacemos alusión básicamente a la ausencia de ley que en la sociedad equivale a la ausencia de normas sociales. Las normas sociales supuestamente permiten a los individuos convivir creando sus propias trayectorias vitales.

  

El amor se convierte en obsesión para aquellos a quienes nos han arrebatado a la patria. Un dolor que llevamos a cuestas por el resto de nuestras vidas bien sea en exilio/diáspora o humillados ante el régimen actual y sólo lo mitigaremos cuando recuperemos a nuestra Patria y podamos disfrutar de ella de nuevo. De hecho, nuestro amor por la patria se ha hecho más intenso con la distancia, el tiempo y las humillaciones sufridas. Algo así como un hechizo inexplicable que es al unísono redención y cruz. Andamos con ella a cuestas en la búsqueda obsesiva e infatigable del camino que nos lleve de regreso a la tierra, al mismo tiempo añorada y prometida, de una Venezuela Libre.

Según Emilio Durkheim “La anomia es la incapacidad del Estado y la sociedad de proveer a los individuos lo necesario para lograr las metas de la sociedad”. El concepto, introducido por Durkheim, fue desarrollado por la sociología norteamericana para estudios de control social, desviación, delito y criminalidad. Al tomar un nuevo aire en los años 80, fue exhaustivamente estudiado y algunas situaciones contemporáneas lo han puesto de nuevo en escena. Si bien se considera un concepto más bien descriptivo, es útil para entender la naturaleza de situaciones de conflicto normativo, que algunos autores denominan de "espacio anómico". La anomia, en lugar de afectar a algunos de sus componentes deficientemente socializados, como ocurriría en la época de Durkheim o las sociedades tradicionales, en nuestras sociedades modernas es global y general y afecta a la sociedad como un todo.

 

Se nos dice a menudo que vivimos en un exceso de moralidad, que hay demasiados principios que dicen lo que está bien y lo que está mal. Se dice que este exceso ahoga a la sociedad y la vuelve intolerante. No se lo crean. Es todo lo contrario. El problema de una sociedad no es el exceso de principios morales sino la falta de ellos. No hay nada más intolerante que el relativismo.

 

Es preciso que le demos más importancia y valor a lo que verdaderamente es comportarse moralmente. No se trata solo de actuar en torno a lo que satisface o me hace feliz, sino también actuar manteniendo la ética y los valores en primer lugar. Debemos pensar en lo que la inmoralidad implica o provoca, esta nos convierte en personas crueles y egoístas, nos lleva a un nivel de depravación incomparable. No estamos aislados en este mundo, por lo que todo lo que hacemos afecta directa o indirectamente a quienes nos rodean. La opinión de los demás, aunque no del todo, si importa ya que no somos seres individuales sino que estamos creados para actuar y vivir en comunidad. Aprendamos a vivir moralmente y seremos mejores personas en todos los aspectos de nuestras vidas. Emmanuel Kant decía: “Hay que ser bueno y aguardar el resto.”

 

Se suele distinguir entre los «auténticos sinvergüenzas» y los «sinvergüenzas auténticos». El auténtico sinvergüenza cambia los principios morales para justificar su conducta; el sinvergüenza auténtico reconoce que a veces actúa en contra de algún principio moral, pero no se cree en el derecho de cambiarlo. Siempre es más fácil adaptar los principios morales a las propias debilidades que aceptar que uno ha hecho las cosas mal. Los auténticos sinvergüenzas hacen más ruido que los sinvergüenzas que, al menos, luchamos por ser auténticos. Lope de Vega fue un sinvergüenza auténtico: durante su vida pudo tener sus momentos de asueto, pero sabía reconocer cuando había hecho algo mal. Enrique VIII, para salirse con la suya, decidió cambiar todo el orden moral de su sociedad. Fue un auténtico sinvergüenza. Rubén Blades, reconocido cantante salsa y dirigente político panameño, catalogó recientemente al gobernante de Venezuela Nicolás Maduro como un "sinvergüenza", algo que generó una polémica. El 90% de ls venezolanos consideramos que Maduro y la mayoría de sus adláteres son unos “auténticos sinvergüenzas”.

 

Cuando se cree que hay unos principios morales que no dependen de uno, la convivencia social se convierte en una búsqueda conjunta de una verdad que nadie posee por completo. Como decía el poeta: «¿Tú verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela». Cuando el único principio que se acepta es el «todo vale» al final unos acaban imponiendo su verdad sobre los demás. Esta es la alternativa: o se sigue la fuerza de la razón o se impone la razón de la fuerza. Si no hay razón que sustente los principios morales, la única forma de dilucidar qué principios seguimos es mediante el uso de la fuerza, de una forma explícita, autoritariamente, o de una forma más sibilina, el uso de las mayorías o la manipulación de la opinión pública.

 

El filósofo francés, Montesquieu consideraba que el Poder Judicial era el más temible y terrible de todos los poderes, ya que las decisiones que toma este (resoluciones), van a afectar al individuo de la manera más personal que ningún otro poder podría llegar a afectar. Las consideraciones de este filósofo, no se apartan de la realidad actual; hoy en día encontramos que el Poder Judicial es realmente un arma muy versátil: puede estar al servicio de la más perfecta y pura democracia; o al de la más vil y cruel dictadura.

 

Afirma el autor Brewer Carías que desde la Asamblea Constituyente de 1999, se ha dado un ultraje al poder judicial, terminando así con la autonomía e independencia de este. Con el pasar de los años, el Tribunal Supremo se transformó en el instrumento clave que ayudó a forjar el autoritarismo en el país, ya que estaba conformado exclusivamente por partidarios del gobierno, e incluso ¡con representantes del partido oficial de la Asamblea Nacional. Señala Brewer Carías que a raíz de esto se explica que porqué la Sala Constitucional, en lugar de ser el guardián de la constitución, se ha convertido en el principal instrumento del gobierno para la ilegítima mutación de la Constitución, destituyó a la mayoría de los jueces e incluso la ilegítima persecución de miembros de la Asamblea Nacional de 2015.

 

El Poder Judicial venezolano es una demostración más del estado de postración, de subordinación al Ejecutivo, su degradación y envilecimiento. Es evidente que el TSJ, como conjunto, monopolizado por el chavismo, es apenas una extensión de Miraflores. Basta con recordar el grotesco incidente de las medidas ordenadas por Luisa Estella Morales contra Capriles Radonski para tener la noción cabal de lo que significa un sistema judicial totalmente dominado por el puño de hierro del autócrata. Lo de la liberación de unos pocos presos políticos se inscribe en la misma línea. No se trató de la acción autónoma, de un poder independiente, que por razones que le son propias, salidas de su propio examen de los casos, dictó tal medida sino de una demostración más del repugnante servilismo del sistema judicial, Fiscalía incluida, ante Chávez. Liberaron a Peña Esclusa y a Forero porque Chávez se los ordenó, no por hacer justicia. Tan simple como eso.

 

Venezuela se sometió el pasado 25 de enero a su III Examen Periódico Universal de Derechos Humanos en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Y por tercera vez consecutiva las fallas que aquejan al sistema de administración de justicia, en particular la falta de autonomía de los jueces y fiscales fue el tema dominante. En contraposición, la corrupción apenas fue mencionada, pese a que las irregularidades administrativas ocurridas en el país le costaron miles de millones de dólares a los venezolanos afectando otras garantías fundamentales como la alimentación, salud o educación.

 

La mayor o menor incidencia de la corrupción en un país, tiene que ver con la existencia o inexistencia de instituciones fuertes, libertades como la de expresión y opinión y el acceso a la información pública. Por eso y por muchas cosas más, nadie puede decir que la corrupción en Venezuela es un problema nuevo. Ha estado presente desde siempre. Lo nuevo, sin embargo, es la dimensión que ha cobrado durante el período autoritario iniciado por Chávez y continuado por Maduro y las gravísimas consecuencias que ello importa para el pueblo de Venezuela. Podría pensarse que no hubo dinero para invertir en el sistema eléctrico. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario. Hubo un despilfarro estimado por especialistas en 40.000 millones de dólares en inversiones que solo sirvieron para enriquecer a una burguesía corrupta asociada a la alta burocracia estatal, como es el caso de Derwick Associates (Bolichicos) con sobreprecios, en algunos de sus doce contratos con el gobierno, superiores a 400 MM$ con respecto al precio del mercado.

 

El problema no es el exceso de moralidad, sino la falta de ella. Porque sin principios morales, el que tiene el poder acaba diciendo: «ya que todo da igual, como yo mando, vamos a hacer lo que yo quiera». Y eso sí que es intolerancia. El problema es que se han hecho con el poder los auténticos sinvergüenzas. Es de esperar, por el bien de Venezuela y los venezolanos, pero también por América Latina, que el oprobioso gobierno de Maduro llegue a su fin pronto, aun a costa de salidas violentas, dando paso a la reconstrucción del país a través de un régimen de transición ordenado y eficiente.

 

Moral y luces son nuestras primeras necesidades” Simón Bolívar

 

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