Privatización del Sector Eléctrico Venezolano (IV)-Experiencias Latinoamericanas-Segunda Parte: Chile y Colombia
Privatización
del Sector Eléctrico Venezolano (IV)-Experiencias Latinoamericanas-Segunda
Parte: Chile y Colombia
Gustavo
González Urdaneta
Miami
4 enero 2023
Chile: La
Gestión Privada en el sector electrico chileno
No queda duda de que el proceso de privatización del sector electrico
chileno es uno de los que más valor agrega al caso venezolano en la etapa de
formulación y definición de este. Sus resultados señalan los puntos
particulares que incidieron favorablemente en el éxito del caso chileno y que
debemos tener presente desde el inicio en nuestro caso.
Es interesante hacer notar que, en Chile, las empresas sufrieron un
proceso de reducción de costos (vía despidos de trabajadores y racionalización
administrativa) y transformación del régimen tarifario, antes de que se
iniciara el proceso de privatización, lo que permitió generar utilidades y
lograr su autofinanciamiento. Junto con ello se procedió a la desconcentración,
descentralización y regionalización de las dos empresas estatales existentes: Endesa
y Chilectra, convirtiendo su gestión en un sistema de empresas filiales y
subsidiarias cuya coordinación estaba en un holding central.
Es una opción que debe considerarse en Venezuela, sin la necesidad del
holding central. bajo la siguiente variante: para rehabilitar la generación se
contratan, bajo las formas BOT/BOO, un número reducido de Productores Independientes (IPP por sus siglas en ingles) de reconocida experiencia, solvencia y ética
en esa área y, para la distribución, se asignan un número reducido de Regiones
de Distribución (RD) bajo la modalidad inicial de contratación OAM (Operación, administración y mantenimiento) y un sistema de precios que
retribuya la inversión que se requiera para rehabilitarlas. En ambos casos es
preciso realizar estudios previos que orienten sobre el numero optimo regional
de asignatarios a recibir ambas actividades: generación y distribución y las
formas de otorgarlas. La transmision permanece como un monopolio deseable que,
en sus inicios, es preferible que absorba el personal actual de acreditada
experiencia y, la comercialización, debe permanecer bajo el control de las
distribuidoras hasta que el sector adquiera la madurez para drenar el concepto
e incorporar la comercialización independiente.
El sector eléctrico se comenzó a privatizar, a comienzos de los 80, pero
no es hasta 1989 que dicho proceso se completa, con la venta total por parte de
CORFO, de su participación en ENDESA. Con anterioridad, el Estado poseía el 90%
de la generación, el 100% de la transmisión y el 80% de la distribución de la
electricidad. Prácticamente un monopolio estatal multiempresas Las reformas al
régimen de propiedad, al funcionamiento de los mercados, al marco regulatorio,
y al régimen tarifario, se inician en 1980, estando todos a cargo de la
Comisión Nacional de Energía, la que pasó a tener el rol predominante en el
sector. Dada la ausencia total de institucionalidad en Venezuela y el impacto
que tendrá a futuro el éxito de la privatización del sector energía debe
considerarse, para cada uno de los subsectores, hidrocarburos y electricidad,
una Comision de Privatización liderizada por quienes sean designados por el
gobierno de transición para dirigir cada uno de ambos subsectores.
El principal
aporte chileno es que su proceso de privatización y la legislación adoptada
contribuyeron una fuerte dinámica de inversión y crecimiento en el sector
eléctrico y que las perspectivas para los sucesivos años señalaban que la
inversión a ser realizada sería aún seria mayor, llegando a una cifra promedio
anual entre 1997 y el 2000, de 800 millones de dólares, lo que permitiría
satisfacer un crecimiento en la demanda de energía eléctrica estimada por la
Comisión Nacional de Energía en 8.5% anual. Lamentablemente la legislación
actual en Venezuela aún está por definirse, poca es la experiencia aprovechable
de las leyes conque apenas ha sobrevivido el Sector Electrico Nacional (SEN)
y una demanda en el 2023 equivalente a la de 1993.
Además, el
proceso chileno de internacionalización del capital, a través de la
participación de las empresas en los procesos de privatización a nivel
regional, no representò un obstáculo a la inversión futura en Chile como
aparentemente sucedió en Argentina. Los factores que incidieron en la favorable
evolución en Chile se relacionaban con el contexto macroeconómico y político en
que se desenvolvía la economía, la mantención de una regulación estable en el
tiempo, que asegurò una alta rentabilidad a las empresas de generación y
distribución y el desarrollo de una capacidad gerencial de larga data. Esa,
evidentemente no es la situacion actual de Venezuela. Pero, ni parecido, todo
lo contrario. La situacion actual de Venezuela es similar al de Argentina en su
época de privatizaciones. Un desorden administrativo y un caos institucional.
Adicionalmente,
otra diferencia básica con Venezuela es que en el caso chileno, el sector
público jugó un papel fundamental: tuvo una activa participación en el
acondicionamiento de las empresas para su traspaso al sector privado, en la
formación de un equipo técnico que consolidó la administración de las empresas,
manteniendo su continuidad después del traspaso al sector privado, así como en
la creación de estímulos a la inversión durante el proceso mismo de
privatización: entregando recursos al asumir la deuda de las empresas y
mediante subsidios a la venta de las mismas. Por eso debemos definir cuál es el
momento adecuado para transferir la propiedad al sector privado pues en las
condiciones actuales su valor es muy bajo. Por eso la sugerencia de que primero
debe mejorarse la calidad del producto y minimizar/eliminar el racionamiento
actual antes del traspaso de la propiedad.
Para poder
evaluar los beneficios futuros del proceso de privatización del SEN debemos
responder a una batería de interrogantes que deben hacerse quienes les toque
dirigir y coordinarlo:
¿En qué medida el proceso de privatización brindará incentivos a la
inversión en el sector?
¿Cómo se cree que responderán los empresarios a una nueva regulación?
¿Qué esperan de ella?
¿Qué estímulos tienen los empresarios en la actualidad para invertir en
el sector eléctrico venezolano?
¿En qué medida el proceso de internacionalización podría representar un
obstáculo a la inversión en Venezuela?
¿Cómo se equilibra la ecuación de ganancia y riesgo en el sector?
Estas y muchas otras dudas se derivan de que la actual Ley Eléctrica del
2019, en discusión, no es mapa de ruta, no desanuda la crisis actual de las
empresas principales del sector energía (PDVSA y Corpoelec) y es imperativo
incorporar la energía eléctrica como prioridad en la politica energética del
pais y, en particular, el desarrollo de la industria del gas.
Es pertinente tener presente en la
estructuración del proceso de privatización en Chile, que los mercados que
conforman el sector eléctrico chileno, aún después del proceso de
privatización, se han mantenido muy concentrados, solo cuatro empresas permiten
abarcar el 80% de la generación de energía del sistema interconectado central,
el más importante del país y el 60% de la distribución. El principal resultado
del proceso de reforma chileno es que el proceso fue todo un éxito si se
considera como criterio la ampliación de la capacidad productiva del sector a
lo largo de los diez años siguientes a su realización.
La privatización de un bien público no
representa en sí un aporte a la formación de capital, sino de un traspaso de
propiedad. Sin embargo, la modalidad que adopta el proceso tiene mucho que ver
con la respuesta posterior de los agentes ante el proceso de inversión. Existen
modalidades que la inducen directamente, ya sea a través del tipo de
negociación impuesto, pensemos por ejemplo en Perú, donde el traspaso de
propiedad ha estado condicionado al desembolso de montos de inversión
preacordados, o bien el caso de Bolivia, donde el
mecanismo adoptó la forma de capitalización de
las empresas públicas, con traspaso de la administración. Una variante similar
al caso de Perú se aplicó en la privatización de Seneca (Nueva Esparta) en
Venezuela. Único caso de privatización en Venezuela que también, en forma
integral, fue exitoso. Sin embargo, existen también otros mecanismos, distintos
a los anteriores, pero relacionados con los incentivos que se establecen en el
proceso, que han inducido respuestas favorables a la inversión, siendo éste el
caso de los sectores eléctricos y de telecomunicaciones en Chile. El mecanismo
de los incentivos luce apropiado para Venezuela.
Colombia: Privatización del Sector Electrico
En Colombia, el proceso de
privatización no tuvo la fuerza ni la intensidad lograda en Chile y son varias
las razones que explican esta situación: en primer lugar, históricamente
en el país ha existido una amplia participación privada en todas las
actividades económicas, con excepción de la casi totalidad de los servicios
públicos domiciliarios, puertos y ferrocarriles. Las demás actividades
económicas se han desarrollado dentro de un concepto constitucional de libre
empresa y función social de la propiedad. En segundo lugar, y como
consecuencia de lo anterior, el Estado colombiano no padecía de síntomas de
hipertrofia burocrática, ni soportaba niveles elevado de déficit fiscal como
fueron los casos Brasil (12%) y Chile (25%). En tercer lugar, aunque con
dificultades, el país continuaba teniendo acceso a los recursos de crédito
externo, como consecuencia del estricto cumplimiento a sus obligaciones de
deuda externa.
Lo anterior no significa que el
gobierno colombiano no considerò seriamente aumentar la participación del
sector privado en la vida económica del país. Cada vez ha ganado más terreno la
idea de que para acelerar el desarrollo económico es necesario aumentar la
productividad y la eficiencia de las empresas y que ello es más viable
conseguirlo con el concurso de la iniciativa privada. Inclusive en el texto de
la nueva Constitución se dejó consagrada una norma para que, dentro de los
límites del bien común, operen la libertad económica, la competencia y la
iniciativa privada.
La iniciación del servicio de
energía eléctrica en Colombia fue también, como en Venezuela, fruto de la
iniciativa privada. Tanto inversionistas privados nacionales como extranjeros
consiguieron del Estado subsidios y privilegios de exclusividad para prestar el
servicio eléctrico por largos períodos de tiempo (30 años o más). Sin embargo,
el proceso de industrialización y crecimiento urbano que se dió en el país a
principios del siglo pasado generó una presión por el servicio de energía
eléctrica que los inversionistas privados, por diferentes razones, no fueron
capaces de satisfacer. En unos casos, por la tendencia a privilegiar sus
propias industrias; en otros, porque se requería hacer grandes inversiones que
rebasaban su capacidad financiera; y en otros, porque la baja rentabilidad que
habían tenido sus inversiones -por dificultades técnicas, operacionales y
sobrecostos en los equipos- los llevó a tomar decisiones impopulares como la
duplicación de tarifas (caso Bogotá) que exasperó a la comunidad y deterioró
las relaciones con el Estado.
En Colombia, al igual que en
otros países, se optó por la estatización, tal vez por haber carecido de la
suficiente claridad para comprender que los abusos monopólicos que se estaban
presentando se pueden resolver a través de un tema regulatorio fuerte e
independiente de la empresa. En países como Estados U nidos se optó por esta
alternativa.
A principios de la decada de
los’90 se fue creando un clima favorable para emprender un programa de
reestructuración sectorial, el cual fue adoptado por el Consejo de Política
Económica y Social (Conpes) máximo organismo de decisión del Estado, que
preside el Presidente de la República y fueron varios los lineamientos
básicos que soportaban dicha esta estrategia:
1) La definición del papel del
Estado como propiciador de condiciones de competencia, dentro de un
marco regulatorio fuerte, independiente y transparente;
2) El fortalecimiento de las
actividades de planificación en un contexto energético integral, con la
creación y puesta en marcha de la Comisión Nacional de Energía, que permitiría
desarrollar planes de expansión más flexible y adaptado a las condiciones
macroeconómicas involucrando las posibilidades de sustitución y de uso racional
de energía;
3) La redefinición de la electrificación
rural dentro de un concepto más amplio de energización rural, utilizando
las fuentes energéticas locales y evitando extender redes más allá de los
límites señalados por la conveniencia técnica y económica; y
4) El acercamiento de las tarifas
a los costos reales y el otorgamiento de subsidios sólo a quienes en verdad
lo ameritan, en forma explícita y con recursos fiscales.
El programa de
reestructuración comprendió acciones como las siguientes:
1) Implantación de un esquema
regulatorio fuerte e independiente del sector;
2) La reconfiguración de
empresas, buscando la separación, si no administrativa al menos contable,
de las actividades de generación de las de distribución, manteniendo el Estado
la propiedad y operación de la red interconectada nacional, para propiciar la
competencia entre las empresas generadoras, cobrando por el servicio un peaje;
3) Racionalización del programa
de inversiones para garantizar la atención de la demanda futura con
criterios de eficiencia, dentro de un proceso de planeamiento energético
integral, considerando el intercambio energético con países vecinos;
4) Introducción de rígidos
programas de gestión gerencial respaldados en contratos de desempeño y
condicionando el acceso a los recursos de crédito y la permanencia de los
gerentes en sus cargos al cumplimiento de las metas trazadas;
5) Introducción de la evaluación
externa en todas las actividades sectoriales, desde las administrativas hasta
la selección y ejecución de proyectos, para corregir a tiempo desviaciones de
las metas propuestas y garantizar el proceso continuado de mejora en la
eficiencia sectorial; y
6) Conformación de empresas
regionales de generación y reorientación del papel del Instituto Colombiano
de Energía Eléctrica -entidad que promueve la electrificación en la mayoría de
los departamentos del país- para que atienda sólo las regiones alejadas de la
red nacional.
Esperaba el gobierno que como resultado
de esa estrategia se crearía un espacio y un ambiente propicios para que los
particulares se vincularan al sector eléctrico, comprando activos de generación
existentes, adquiriendo acciones de empresas de generación, construyendo nuevas
plantas de generación, o prestando servicios en las actividades de
distribución. El éxito que haya tenido dicha estrategia responde, en gran
parte, a circunstancias propias de su desarrollo económico y de los gobiernos
que se han sucedido en el manejo del pais en las tres últimas décadas, pero, vale
la pena consignar algunas reflexiones sobre sus perspectivas de privatización que
pudieran sernos útiles en el caso venezolano.
Primero, las
modificaciones en la concepción del papel del Estado manifestadas en la nueva
Constitución- fueron factores a favor de la privatización dentro de una
concepción moderna del Estado que llamaba a operar en un ambiente de
competencia, apertura económica y democratización de la propiedad. Segundo,
que la privatización del sector eléctrico es un proceso difícil y complejo
debido a la larga tradición de manejo estatal, la concepción arraigada de servicio
público esencial, la injerencia política en su manejo, la indisciplina en el
pago de cuentas por parte de las entidades oficiales ,la dificultade para
aplicar instrumento coercitivo de cobro, el otorgamiento de subsidios
indiscriminado, las dificultades política para alcanzar y mantener tarifas
reales.
Tercero, teniendo
en cuenta la insolvencia financiera de la mayoría de las empresas eléctricas
colombianas, como es el caso de Corpoelec, las restricciones para acceder a
nuevos créditos y las limitaciones fiscales, la atención de la demanda futura iba
a depender en gran parte de la inversión privada en el sector, igual que en
Venezuela. Para ello se requieren reglas claras y estables que posibiliten la
recuperación del capital con una rentabilidad adecuada. Puesto que se actúa en
monopolios naturales, es fundamental la regulación estatal, a través de
entidades con gran capacidad técnica, autonomía presupuestal, transparencia y
uniformidad en la información, independencia frente a las empresas y
resistencia a las presiones políticas.
Cuarto, por
las limitaciones para acceder a nuevos créditos, se abría el espacio para la
participación privada en nuevas plantas de generación y en las actividades de
distribución. Aunque en Colombia no se tenía la presión del racionamiento en
Venezuela que requiere la aceleración del proceso de privatización, si requería
tomar una serie de acciones en esa dirección, pues probablemente a la vuelta de
unos años las condiciones en la oferta eléctrica podrían forzar la
privatización, con las desventajas de la premura. De ahí que era el momento de
iniciar este proceso con claridad, empezando por aquellas actividades que no
suscitan tanta reacción pública. Quinto, la privatización en su sentido
amplio (venta de las empresas estatales) no era factible en el corto plazo en
el caso colombiano ni creo que lo sea en el venezolano; hemos de pensar, en
nuestro caso, en las mejores opciones disponibles (IPP en generación,
cogeneración, autogeneración y contratos de
OAM en distribución) que nos ayuden a manejar la deuda, reducir la
crisis del racionamiento y la pésima calidad del servicio electrico antes del
traspaso de la propiedad.
Sexto, es más
fácil a nivel de generación crear las condiciones para la participación
privada, porque no tienen que afrontar los problemas inherentes con el cobro al
público y es más viable establecer garantías que permitan la recuperación de la
inversión y facilitar la competencia en esta actividad. Al inversionista se le
pagaría la energía generada (kilovatio/hora) a unos precios reales. El Estado
definiría a quién subsidia y a quién no, y asumiría las consecuencias de las
decisiones tarifarias. Séptimo, en distribución, puede promoverse la tercerización
en la modalidad de contratación de servicios como facturación, cobro,
mantenimiento de redes, recuperación de cartera, etc. Esto servirá enormemente
para ganar respaldo de la comunidad, ya que se podrían corregir muchas de las
deficiencias que irritan hoy a los usuarios. Claro está que esto podría generar
reacciones sindicales, ya que necesariamente habrá que adecuar las plantas de
personal del monopolio estatal actual a esta nueva realidad, eliminando de paso
los excesos burocráticos.
Octavo, es importante
elevar el nivel de conciencia de los funcionarios del gobierno sobre las
opciones de privatización y la experiencia en otros países. Organizar seminarios
para analizar las opciones y lo aspectos jurídicos de la privatización en el sector
eléctrico venezolano. Noveno, se debe entender que la privatización es
un proceso que demanda paciencia y voluntad política. Se debe actuar sobre
aquellas actividades de más fácil aceptación, como la cogeneración, la
autogeneración privada, la subcontratación de actividades de distribución.
Inclusive, valdría la pena intentar desarrollar proyectos compartidos de
generación con el sector industrial que haya demostrado ser eficiente y gocen
de prestigio. Décimo, para dar firmeza al proceso, es conveniente crear
un comité del más alto nivel del gobierno para que se encargue de promover la
privatización del sector electrico. Esto ayudará a generar confianza y
credibilidad entre los potenciales inversionistas privados. Además, debe
crearse un ente regulatorio fuerte e independiente, introducir la legislación
apropiada, definir un esquema de tarifas realistas y diseñar e implantar un
sistema de subsidios ajeno al sector, con recursos fiscales. De lo contrario,
difícilmente los particulares estarán dispuestos a invertir en el sector
eléctrico.
Para terminar, los venezolanos debemos
comprender que la participación de los particulares está movida por una lógica
incontrastable que consiste en la búsqueda de una rentabilidad adecuada a su
capital. Para el inversionista privado, invertir en el servicio eléctrico es un
negocio como lo es invertir en cualquier otra actividad económica. No se le
puede pedir que haga obras de caridad o que asuma el papel subsidiario que le
corresponde al Estado. Tenemos que aprender a apreciar esto y evaluar, en su
verdadera dimensión, las ventajas de la participación privada. Pero esto sólo
será posible en la medida en que la comunidad comprenda que esta participación
puede ayudar a mejorar sus condiciones de vida, a través de la prestación
eficiente de servicios como el eléctrico, cobrando por los mismos un precio
justo. Pero el país debe comprender que para disponer de servicios públicos se
debe pagar por ello, sea a través de tarifas o de impuestos. El manejo de los
subsidios por fuera del sistema de precios y la correcta fiscalización de las
empresas podrían ayudar grandemente en el logro de ese propósito. Este es el
reto del futuro gobierno de transición en Venezuela.
«Son dos las
opciones básicas: aceptar las condiciones como existen o aceptar la
responsabilidad de modificarlas». Denis Waitley.
«En las batallas
te das cuenta de que los planes son inservibles, pero descubres que hacer
planes es indispensable». Dwight D. Eisenhower.
«El liderazgo es
el arte de conseguir que alguien haga algo que tú quieres porque él quiere
hacerlo». Dwight D. Eisenhower.
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