La Actitud Critica (Gustavo González Urdaneta)

 La Actitud Critica

Gustavo González Urdaneta

Miami 24 abril 2023

 

Actitud crítica, reflexión, decisión… Qué complicado es a veces tomarse el tiempo para reflexionar sobre algo que nos preocupa, ¿verdad? Es imprescindible aprender a desarrollar un espíritu crítico que nos capacite para tomar decisiones acertadas. ¿Por qué no aprovechar, de una vez por todas, dada la situacion actual que se vive en Venezuela, para aprender a reflexionar antes de actuar? La falta de reflexión puede llevarnos a una impresión parcial sobre una situacion y a una conclusión errónea debido, principalmente, a tres elementos: el tiempo que nunca tenemos, eludir el paso de hacer la verificación y la urgente necesidad que sentimos de aprobación. Debemos tomarnos el tiempo que haga falta para poder mirar cada parte del problema, no nos podemos dejar llevar por la corriente y olvidemos el qué dirán y actuemos en función de nuestros propios principios.

 

Cuando hablamos de actitud crítica nos referimos a aquella que nos lleva a analizar al “objeto de crítica” de una forma consciente, más allá de lo superficial o inmediatamente accesible y de lo supuesto o dogmático. Con esta actitud pretendemos llegar a un juicio razonado, analítico, imparcial, en un intento de acercarnos a la verdad. Los que pretenden una actitud crítica, por tanto, habrán de tener un conjunto de pensamientos y creencias (cogniciones), emociones y comportamientos que los lleven a no aceptar supuestas verdades, cuestionarse sus conocimientos y los ajenos, someter al juicio los mismos, todo en un intento de alcanzar un conocimiento objetivo de los hechos, aceptable por una colectividad que se base en los mismos criterios.

Una actitud crítica implica inquietud, debate, controversia o polémica. Sin embargo, creemos que es necesaria, imprescindible para progresar, crecer, desarrollarse. Supone una vacuna contra las verdades establecidas o el conocimiento replicativo. Es una defensa ante cualquier intento de instruir, influir o inculcar opiniones o conocimientos de forma interesada o sesgada. La duda, la incertidumbre, el derecho al cuestionamiento deben formar parte del capital de toda disciplina científica. Por tanto, dudemos, preguntemos, cuestionemos, razonemos, pensemos, reflexionemos, poco o mucho. Pero seamos conscientes de que si no lo hacemos corremos el riesgo de convertirnos en componentes indefensos de la comunidad.

El proceso de formación de un ser humano es una de las grandes preocupaciones que ha tenido la humanidad desde la antigüedad. Los griegos, que han sido un punto de referencia para Occidente, se formularon varias preguntas al respecto: ¿Qué es educar a un hombre?, ¿cuál es la educación pertinente para que un ser alcance su florecimiento?, ¿es la educación un proceso pensado para formar hombres autónomos?, ¿hay una relación directa entre educación y una sociedad donde se viva dignamente? Cuestiones recurrentes que al pretender ser resueltas requieren de los andamiajes teóricos de diferentes disciplinas, dentro de las que se destacan: psicología, filosofía, sociología, antropología, etc.

 

Es innegable el papel de la actitud crítica en la educación, dado que la capacidad de pensar por sí mismo y decidir de acuerdo con criterios racionales son aspectos decisivos que todos deben desarrollar, con el fin de propiciar sujetos que evalúen el saber. Otra razón que la hace necesaria es que la enseñanza pretende incentivar la formación de personas autónomas, que participen activamente en la vida política, social y cultural, aspectos que implican el ejercicio crítico y reflexivo.

 

Escribía Pío XII, anticipándose a su tiempo: “Es de suma importancia formar cuidadosamente el sentido crítico de los jóvenes, a la edad en que se abren a la vida cívica y social. No ciertamente para halagar el gusto por la crítica a la que dicha edad está excesivamente inclinada, ni para favorecer su espíritu de independencia. Se trata de enseñar a pensar y vivir como hombre, en un mundo en que los medios de difusión de las noticias y las ideas han adquirido una fuerza de penetración tan apremiante. Saber leer un periódico, juzgar una película, criticar un espectáculo, saber, en una palabra, conservar el dominio del juicio y de los propios sentimientos contra todo cuanto tiende a despersonalizar al hombre, esto se ha convertido en una exigencia de nuestro tiempo”. Profecía luminosa.

 

En los últimos años, Venezuela se ha convertido en un hervidero de grandes preguntas, desde cómo conseguir una paz estable y duradera, cómo lograr un clima de esperanza, paradójicamente cargado de incertidumbre, los efectos políticos de las primarias y la campaña electoral que se avecina, el diálogo con el régimen, la crisis en el sector energía (hidrocarburos y electricidad), y, entre otros, el resurgimiento de las acusaciones por corrupción entre todos los actores dentro y fuera del régimen.

 

En este contexto, complejo y convulso, vale la pena preguntarse por el papel de la crítica como herramienta para enfrentar estas problematizaciones emergentes, así como para solucionarlas. Se trata de cuestionarse por el carácter estratégico de un ejercicio de pensamiento en el marco de las exigencias que traza esta convergencia problemática.

 

Ahora bien, podría decirse que la especificidad de la crítica filosófica parte del principio, según el cual, pensamiento y realidad se entrecruzan, se afectan, se producen y se enfrentan permanentemente en la pregunta por la “verdad”. Así, aquello que se entienda por pensar estará intrínsecamente conectado con aquello que signifique verdad, y es justamente su puente hacia la “realidad”. Estas relaciones entre verdad, pensamiento y realidad nos permiten reconsiderar la pregunta por la crítica, expresándola ahora en perspectiva filosófica: ¿cómo podría un ejercicio crítico de carácter filosófico servir como herramienta analítica ante las problematizaciones emergentes en el contexto político actual del país? ¿Cómo podría un análisis de las relaciones entre verdad, pensamiento y realidad proponerse como alternativa a tales problematizaciones?

 

Además, no he encontrado mejor estimulo y motivación para iniciar estas reflexiones sobre la actitud crítica que la ausencia de comentarios, ideas, opiniones y desacuerdos que a diario no estan presentes en las múltiples noticias y en los articulos que circulan, así como los que envío a mis familiares y amigos. En pocas oportunidades he podido preguntarles sobre que los inhibe a opinar y sus consideraciones hacia la filosofía como término global engloba y, en particular, sobre que ocupación tiene el tema de la actitud crítica en la sociedad y en su pensamiento.

 

Las respuestas más comunes, aparte de que a todos les encanta la Filosofia, se dividen entre quienes desconocen por completo el tema, otros que recordaban expresiones de grandes filósofos como “sólo sé que no sé nada” socrático, y unos pocos que se habían acercado a filósofos como Nietzsche, Platón, Foucault, etc. Entre quienes desconocían el tema, se interesaban en conocerlo y, me pedían echara una mirada al tema y, sin saberlo, creaban en mí el deber de hacerlo. Por una parte, obra en mi la afición a la filosofía y, por el otro, mi gota de persuasión para el acercamiento del individuo al increíble mundo de la filosofía y la actitud crítica. La esencia de los que desconocen el tema es que la gente no lee. Sobran las excusas: falta de tiempo, les cuesta trabajo concentrarse, no tienen el hábito, no sienten motivación, no encuentran el libro adecuado, los libros son caros, les da flojera o, simplemente, no les gusta leer.

 

Un poco la intención e insistencia, es darse cuenta de que la crítica funciona como herramienta para desarrollar tesis y estructura y, por lo tanto, no sólo juega un papel dentro de la filosofía, sino en ámbitos de distintos tipos: la ciencia, la politica, la moral, el derecho, la literatura, etc. La actitud crítica nace no a partir del juicio, sino de la duda que sera entretejida por diferentes pensamientos y reflexiones. Se trata pues de liberarse del yugo que no ha permitido la duda, la incertidumbre y el pensamiento propio y libre. Esta actitud nos enseña a hacer mejor uso de nuestro entendimiento, razón e imaginación para llegar de manera más profunda a campos desconocidos, explorar nuevas y diferentes consideraciones y, cimentar ideas individuales creadas a partir de la reflexión. En realidad, cualquiera de nosotros es candidato a ser partícipe de una actitud crítica.

 

La educación entendida como el proceso de formación que satisface las necesidades del mercado busca adiestrar hombres operarios que no tengan la capacidad de reflexionar sobre sus acciones. Esta concepción falla porque reduce al individuo a una condición de sujeto limitado por aspectos externos e íntimamente relacionados con la economía, dejando a un lado elementos básicos que hacen parte de su formación como ser humano. Frente a lo anterior, resulta necesario preguntarse: ¿Qué características debe tener una educación que pretenda formar un ser humano autónomo? Pensadores como Immanuel Kant y Michel Foucault han intentado dar respuesta a esta cuestión. Para el primero, el hombre debe ser capaz de evaluar el conocimiento impartido haciendo uso de criterios racionales que no dependen de atributos externos, sean estos Estado, iglesia o escuela; así como de someter el saber a un examen público y libre.

 

La capacidad de valorar críticamente una teoría y los argumentos que la soportan tiene implicaciones políticas, pues de esta actitud depende que los ciudadanos hagan uso de su razón, y por lo tanto, tomen decisiones con criterio, además de ser conscientes de que las políticas públicas puedan ser siempre cuestionadas. Esta cualidades son adquiridas a través de la educación, por tal motivo es necesario que en ella se prioricen procesos en los que la evaluación racional de situaciones se enlace con situaciones concretas. Este propósito lo expresó Kant hace más de dos siglos y actualmente continúa vigente: "Por consiguiente, el arte de la educación o pedagogía debe ser racional a fin de que la naturaleza humana pueda desarrollarse y alcanzar su destino".

 

Otro aspecto de la actitud crítica es la evaluación de las razones que se presentan sobre un tema o una situación. Sin embargo, en muchas ocasiones, la confusión del pensamiento, el uso ambiguo de las palabras y la intención de engañar pueden generar errores en nuestra evaluación de los argumentos. Por tal motivo, el pensamiento crítico, la lógica formal e informal como herramientas de reflexión se tornan útiles para evitar el error. Las falacias o errores en la argumentación no solo son problemas teóricos, sino que florecen en las actividades cotidianas, en los medios de comunicación masiva y en la política. Una cura efectiva para estos males es el uso responsable y crítico de la racionalidad, al utilizar la lógica junto con una profunda convicción ética de nuestra responsabilidad por las creencias que sostenemos.  

 

Para tratar de resolver las interrogantes existentes en la política, tendríamos que decir que la pregunta por la verdad se formula hoy de muchos modos en el contexto político venezolano. Desde la cuestión sobre la “verdad, justicia y recuperación” hasta la pregunta por dónde está la verdad cuando un político hace política, suponiendo que ésta sea relevante para tales sujetos, los ciudadanos, incluidos quienes hacen filosofía, quienes se ven asediados hoy por estas relaciones entre verdad y política. Y aunque no siempre se apele a un ejercicio de crítica filosófica como herramienta analítica de estas relaciones, lo cierto es que cada vez más hace parte de la vida corriente la claridad del papel estratégico de la verdad en cuestiones políticas.

 

El régimen venezolano no cuenta con el apoyo popular y, lamentablemente, a la oposición aún le falta una unidad que se espera lograr con las elecciones primarias. La pregunta que aparece enseguida es cómo, en una situacion semejante, pueden los candidatos persuadir a tantos ciudadanos a participar. Más allá de las posibles respuestas, lo que queda claro es que la construcción de ciertas “verdades” y “soluciones” se ha convertido en el núcleo problemático de la política venezolana. Esta en mano de los candidatos a las primarias el despejar las dudas que tiene la población. ¿Ganará, quien mejor lo haga?

 

La filosofía se ha enfrentado históricamente de diversas formas a los modos en que se apela a la “verdad” como núcleo de la política. En ese sentido, en el contexto en que nos ubicamos y como preámbulo al tema de este artículo, resuenan las palabras de Michel Foucault: “La cuestión política, en suma, no es el error, la ilusión, la conciencia alienada o la ideología; es la verdad misma”. Luce entonces plausible que sea la filosofía, a través de la actitud crítica de todos los venezolanos, quien ayude a la política a definir qué hacer. En este sentido, parafraseando a Foucault “…salvo una solución que sería la buena…. es más bien del orden de la “problematización”: es decir, de la elaboración de un dominio de hechos, de prácticas y de pensamientos que me parece se plantean problemas a la política”. Es un consejo que deben tener presente, tanto los lideres como los ciudadanos.

 

La filosofía como actividad crítica debe estar vinculada a los currículos educativos. El ejercicio de la racionalidad, del debate de ideas, de la exposición de los argumentos y la claridad de estos son elementos básicos si la entendemos como un ejercicio y no como una acumulación de saber o una historia de las ideas. La ciencia es otra de esas herramientas que permiten la actitud crítica. El saber científico, con su especialización, su rigurosidad en los métodos y su continuo intento de dar explicaciones y prever la realidad, es otro componente básico de una visión racional que promueva un hombre que piense por sí mismo y afronte los problemas que tenemos. La actitud crítica se debe propiciar en la educación, si por esta entendemos la formación de sujetos autónomos capaces de decidir por sí mismos.

 

Vivimos “prisioneros” de la manipulación de los políticos, intelectuales y líderes religiosos respecto a la interpretación del mundo en que vivimos, el cual, lógicamente, es imperfecto. Platón consideraba que “socialmente vivíamos escondidos entre las sombras”. Eso nos impide ver o discernir pues estamos “encadenados” a las ideas falsas de otros y las propias, incluyendo la superficialidad. Consideraba Platón que la fuerza de la filosofía nos empuja a salir de la caverna. Cuando abrimos nuestra mente al “mundo exterior y libertario”, nos integramos al paraíso de la verdad y, volvemos a comunicar, lo triste es que, lamentablemente, ni nos escuchan, ni nos entienden, Un círculo vicioso. 

 

Cuando nos cuestionamos con franqueza, la creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche obscura y surge una luz que entendemos como verdad. Nunca se alcanza una verdad absoluta y por el contrario las dudas son el motivo de curiosidad que nos impulsa a buscar en los sabios del pasado sus ideas. El verdadero problema de las personas y los países es la pereza por cuestionar, por buscar respuestas y soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia y el principal peligro para las democracias en el año 2023 tal vez sea la superficialidad. Según Maquiavelo, “Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.”

 

“La crítica debe hacerse a tiempo; no hay que dejarse llevar por la mala costumbre de criticar sólo después de consumados los hechos” Mao Tse-Tung

 

“Nos pueden quitar todo excepto una cosa, una última libertad humana, elegir qué actitud adoptamos ante las circunstancias” Viktor Frankl

 

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