La llegada del Invierno: La personalidad del adulto mayor (Gustavo González Urdaneta)

 

La llegada del Invierno: La personalidad del adulto mayor

Gustavo González Urdaneta

Miami 6 de octubre 2024

 

 

Recuerdo bien haber visto gente mayor a través de los años y pensaba que aquellas personas mayores estaban muy lejos de mí y que ese invierno estaba tan lejos que no me podía imaginar cómo sería. Pero aquí está,  yo y mis amigos retirados, con cara de “granpá”, más lentos y como  estereotipo de adulto mayor. El camino ha sido largo y muy lleno de vivencias inolvidables que si bien puedo echar algunas de menos lo hago sin ningún resentimiento en contra. Es cierto eso de que hay varias cosas que hubiera preferido no haber hecho, tampoco son tantas, pero ya es tarde para arrepentirme. Lo que realmente lamento es lo que aún no he hecho. Lógicamente, la edad nos trae muchas limitaciones y situaciones que antes no teníamos, pero, si hemos disfrutado lo vivido, todo se acepta como algo inherente al tiempo feliz ya transcurrido. Ahora más que nunca, no tengo ninguna prisa para nada, como decía un gran amigo, “la prisa es plebeya”. Trato de pasarlo lo mejor que puedo sin hacer mal a nadie y dando gracias a Dios por nuestra salud.

 

 

En mayo 2022 escribi sobre soledad y la conclusión es que la soledad no tiene edad, No sé si la recuerdan pero les contaba esta historia. Es sencilla y explica cuestiones importantes. Contaba el alemán Arthur Schopenhauer que en una mañana muy fría varios erizos necesitaban calor para evitar congelarse. Para ello se apretujaron cada vez más unos a otros. Y cuanto más lo hacían más sentían el pinchazo mutuo de sus púas. Así que fueron alejándose y acercándose. Hasta encontrar la distancia exacta más soportable entre todos ellos. El comportamiento humano es muy similar. Nos pasamos la vida tratando de hallar esa distancia entre la necesidad de otros y la necesidad de nosotros mismos. No hay que olvidar que hoy en día, en algunos países, uno de cada cuatro hogares está ya formado por una única persona. Porcentaje que probablemente sería mucho mayor sin una recesión económica de por medio.

 

 

La soledad, además de no tener edad, no todas las cosas son negativas. En la infancia es una buena herramienta para crecer y entenderse a sí mismos. En la adolescencia ayuda a la formación de la identidad tanto en sus características físicas, como las psicológicas (por ejemplo, los rasgos, los pensamientos, las creencias y los valores), y con respecto a sus relaciones sociales. En la juventud representa un espacio ideal para cultivar herramientas sociales y actitudes que mejoren el desarrollo emocional; de esta manera, constituye un tiempo especial para focalizar esfuerzos en investigación e intervención. Para algunos es el gran hallazgo de la madurez. Una forma de bienestar y fuente de calma. Para otros en cambio resulta la peor de las torturas y una zona de la que huir a cualquier precio. La soledad en la tercera edad es uno de los grandes enemigos del bienestar de los adultos  mayores, un tema preocupante sin duda, ya que su calidad de vida no sólo implica un buen estado físico, sino también emocional.

 

El ser humano es un ser social por naturaleza, desde que nace hasta que muere. Necesita de los demás para vivir. La soledad surge, entonces, de la tendencia de todo ser humano a compartir su existencia con otros. Si esto no se logra, surgen sensaciones de estar incompleto y la desazón derivada de ello. Aunque la soledad no produce síntomas externos graves, quienes la padecen afirman que se trata de una experiencia desagradable y estresante, asociada con un importante impacto emocional, sensaciones de nerviosismo y angustia, sentimientos de tristeza, mal humor, irritabilidad, marginación social, creencias de ser rechazado y otras más.

 

 

Antes de preocuparnos por sus emociones veamos al sujeto. ¿Cómo son y cómo piensan las persona mayores, los viejos? Resulta que los mayores  solemos estar libres de ideas erróneas y estereotipadas. Solemos tener un gran sentido de la realidad. Nos conocemos suficientemente a nosotros mismo y tenemos capacidad de disfrutar de la vida y del sentido del humor Los mayores experimentamos una serie de sentimientos y emociones como la angustia, la tristeza, el miedo, el estrés, la impotencia, la desesperanza y el aislamiento, los cuales dan cuenta de una nueva perspectiva que lleva a entender aún más cómo la experiencia del dolor crónico impacta en todas las dimensiones ...Ninguna otra edad anterior aglutina todas estas experiencia.

 

Una apreciación general es que la mayoría de la gente nos ve a los viejos con connotación negativa, como senil, gruñón y débil. El problema es que creer en esos estereotipos sobre la vejez puede convertirlos en realidad. La vejez considerada como una etapa de declinación biológica y psicológica exclusivamente, ha dado lugar a prejuicios y estereotipos que ubican a las personas mayores como menos capaces de resolver problemas que los jóvenes, más inflexibles y rígidas, menos interesadas por las cosas y con especiales dificultades para un sinfín de cosas. Poco ayuda el filósofo que considera que la mezquindad, el egoísmo y la falta de espíritu son frecuentes en la ancianidad: “Los ancianos son de espíritu pequeño por haber sido ya maltratados por la vida y, por ello, no desean cosas grandes ni extraordinarias, sino lo imprescindible para vivir” consideraba Aristóteles en la Retórica.

 

 

En un nuevo libro, Breaking the Age Code: How Your Beliefs About Aging Determine How Long & Well You Live, la investigadora de Yale, Becca Levy detalla el exhaustivo conjunto de investigaciones que demuestran que muchos problemas de salud, que antes se pensaba que ocurrían exclusivamente por el envejecimiento, en realidad están muy influenciados por las ideas negativas sobre la edad. Ella dice que la discriminación por edad en EE UU es como un pulpo maléfico con tentáculos de gran alcance que invade todos los ámbitos: desde las oportunidades laborales hasta quién tiene acceso a la atención médica de calidad.

 

 

Levy contrasta el punto de vista estadounidense sobre el envejecimiento con el de Japón, que tiene la segunda expectativa de vida más larga del mundo. Los japoneses integran a las personas mayores en su cultura y celebran la vejez, observa ella. “Lo importante de la investigación es que esas ideas sobre la edad son poderosas, pero maleables”, explica Levy. “Podemos cambiarlas”. En su libro Levy cuenta la anécdota del desgarro muscular que sufrió mientras corría una carrera de 5 kilómetros. Al experimentar un intenso dolor en la rodilla, empezó de inmediato a lamentarse por su cuerpo que ya le fallaba en la mediana edad y se preguntaba si alguna vez podría volver a correr. Más tarde su hija señaló que la causa más probable de la lesión fue que Levy no hizo los ejercicios de precalentamiento necesarios antes de la carrera. “Es fácil echarle la culpa a la edad misma en vez de a factores estructurales como la discriminación por edad”, señala Levy.

 

 

En su libro Levy menciona 14 estereotipos sobre el envejecimiento, junto con la evidencia científica que los contradice. Por ejemplo, la cognición no disminuye inevitablemente con la edad avanzada. En efecto, la evidencia indica que algunos tipos de cognición mejoran con la edad, incluida la conciencia crítica del propio pensamiento o aprendizaje —que los psicólogos llaman "metacognición"—, como tomar en cuenta múltiples perspectivas, resolver conflictos interpersonales y poder recordar conceptos no relacionados con experiencias específicas.

 

 

La mejor forma de eliminar los estereotipos negativos sobre la edad es acabar de una vez con la discriminación estructural por edad, aconseja Levy. En su libro menciona docenas de cambios sociales que podrían ayudar a desmantelar este tipo de discriminación en la medicina, la educación, el trabajo, la publicidad, la cultura popular y más. Por ejemplo: Acabar con la práctica de excluir a las personas mayores de los estudios clínicos y eliminar las reglamentaciones de zonificación que segregan y aíslan las viviendas para personas mayores e insistir en que el Gobierno disponga transporte público accesible e inclusivo en cuanto a la edad. Levy aconseja que cada adulto considere abogar por cambios, incluso pequeños, para ayudar a desmantelar la discriminación estructural por edad.

 

De acuerdo a la opinión de médicos gerontólogos, cada persona envejece a su manera y, a su propio ritmo. De ahí, la referencia popular, de que uno es tan joven como se siente. La psicología del envejecimiento sugiere que hay una gran variedad de modelos de envejecimiento, mostrados por los individuos que envejecen, Estas manera de sentir y vivir el envejecimiento refleja una interacción compleja entre la personalidad y el ambiente familiar, social y cultural que rodea a la persona mayor. Las personalidades que surgen pueden varias desde una persona armónica integrada y adaptada a la vida y sus circunstancias hasta una desintegrada, en personas mayores pesimistas, con enfermedades crónicas y degenerativas, dependientes, marginadas, con experiencias tristes y fracasos múltiples en el pasado.

 

En general el envejecimiento produce cambios en todas las partes del cuerpo, incluyendo el cerebro. Es por esto, que algunas personas pueden sentir que no recuerdan las cosas tan bien como antes o que no pueden recordarlas rápidamente. Quizás, pierden objetos o se olviden de pagar alguna factura. Esto, en general, es un síntoma de un olvido leve y no un problema serio de memoria. Es normal olvidarse algunas cosas de vez en cuando. Pero los problemas más graves de memoria interfieren en la vida diaria como conducir, usar el teléfono y recordar el camino de vuelta a casa. Hay sintomas y  señales que indican que habría que consultar con un médico, por ejemplo cuando hacen las mismas preguntas una y otra vez, se pierden en lugares conocidos, se confunden con el tiempo, las personas y los lugares, no pueden cuidarse de sí mismo, ni alimentarse bien, bañarse o comportarse de manera insegura. La demencia no es una parte normal del envejecimiento.

 

La familia desempeña un papel fundamental en la vida del adulto mayor. Con su apoyo, acompañamiento y expresiones de afecto, favorece el envejecimiento activo y saludable, y, a su vez, le permite tener una mejor calidad de vida en la última etapa del ciclo vital humano. Desde siempre la familia ha constituido la red de apoyo social más importante para la continuidad de la vida de los adultos mayores, por ello es imprescindible para el bienestar físico y mental de la persona adulta sentirse útil y querida por todo el núcleo familiar.  

 

Fijándose más en lo positivo, los gerontólogos opinan, que los mayores adultos tienen capacidad de disfrutar de la vida y del sentido del humor, tienen la percepción de que la vida merece la pena vivirse y, además que la vida tiene sentido. Saben sacar provecho y adquirir experiencia de los acontecimientos ya vividos en el pasado, aunque sean tristes y tienen, entre  otras, buena capacidad de comunicación y entendimiento con otras generaciones. Hay que reconocer y recordar  que la personalidad es en realidad el único valor que verdaderamente poseemos, y lo poseeremos hasta el final de nuestras vidas, siempre que no perdamos las facultades mentales. En conclusión, las personas mayores, en general, tienen una personalidad sana, firme, equilibrada, flexible, abierta y empática, que les permite y ayuda a gozar de la vida y del trato con sus semejantes. No nos queda otra que, como dice la canción ¡A vivir lo nuestro!

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