La higuera estéril (AGUSTIN COLL)
La higuera estéril
En este episodio del Evangelio según San Lucas, Jesús compara la vida
estéril de una persona con la de una higuera que no da fruto. Ante la
improductividad continuada de la planta, Jesús formula al viñador que la había
sembrado en su parcela la siguiente pregunta: “¿Para qué ocupa ese árbol la
tierra inútilmente?” y éste le responde: “Señor déjalo todavía este año, voy a
aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el
año que viene la cortaré”.
Transfiriendo el ejemplo del mundo vegetal al mundo de los hombres, la
pregunta sería: ¿Qué sentido tiene vivir ocupando un lugar en el conjunto de la
creación, si nuestra vida no contribuye a construir un mundo mejor? ¿Qué
significa pasar por esta vida sin tratar de hacerla un poco más humana? ¿Para
qué sirve una vida estéril y sin creatividad? ¿Para qué vivir un cristianismo
sin seguimiento práctico a Cristo?
Así como el viñador decide no cortar el árbol improductivo sin antes
cuidarlo mejor y esperar a que fructifique, Jesús nos invita a no caer en la
rutina de una vida infecunda y mediocre; dejando siempre para más tarde las
decisiones que nos harían tomar un nuevo rumbo. Pero creer en Dios exige una
conversión, una actitud abierta y confiada al misterio, una conjunción entre la
llamada de Dios y la obediencia del hombre. Según el mensaje de Jesús, la
conversión es condición de entrada para el Reino de Dios; así, la advertencia
de Jesús es clara: “si ustedes no se convierten perecerán”.
Tenemos que aprender a vivir una vida diferente, no siguiendo las reglas de
juego que nos hemos impuesto en nuestra sociedad egoísta, sino de acuerdo con
valores nuevos y atendiendo las necesidades urgentes de los más necesitados. Dios
sigue hablando y nos sigue llamando a una conversión que dé frutos para los
hermanos, para la historia y para la vida. Y la Cuaresma es tiempo oportuno
para empezar a darlos...
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