La mistica y la politica (Gustavo Gonzalez Urdaneta)
La mística y la
política
Gustavo Gonzalez
Urdaneta
Miami, 14
septiembre 2020
Es conocido que
cuando se vive dentro de una determinada situación, de una crisis, de una configuración
cultural, de un paradigma, casi no se acierta a pensar que las cosas podrían
ser de otro modo. Y, sin embargo, basta contar con una cierta experiencia como
la de Venezuela para poder asegurar que las cosas sí han sido de otro modo. Uno
mismo lo ha visto. Esa reflexión, que puede aplicarse a casi todo, viene bien
para pensar en la valoración que, durante ese mismo tiempo, hacemos de los
políticos de la mal llamada oposición y su participación en la recuperación de
la libertad y democracia en nuestro país.
Una cosa es la
ideología y otra la práctica. Los políticos “profesionales” deberían copiarse
de los ejecutivos de las empresas, ellas establecen sus principios y valores en
la visión y misión corporativa y la empresa en su tiempo va desarrollando su
cultura corporativa. En una empresa, su cultura se refleja en la forma como se
hacen las cosas. El desempeño de cualquier organización refleja, entonces, los
elementos culturales presentes en ella: valores, creencias, actitudes,
símbolos, habilidades, conocimientos, historia, rutinas, normas, políticas y
procedimientos. Parte de todo eso para los políticos está en la Constitución, en
las leyes del país y en los principios y valores del ser humano. El principal
reto de los políticos es entonces cumplir con lo establecido en la Carta Magna
y en las leyes de la república respetando los principios y valores humanos.
Lamentablemente la politica mundial es una “entidad corporativa” en la cual “no
hay cultura de nada”. Tal afirmación contiene dos elementos importantes. El
primero, tiene que ver con la muy usual práctica de prometer y no cumplir. El
segundo elemento, y al cual nos queremos referir, es a la mistica en la
politica.
Hay un duelo
desde hace dos décadas en Venezuela por la muerte de la democracia, que merece
el máximo respeto de toda la población y nos ha inclinado a todos a dar, casi
incondicionalmente, nuestro apoyo a los políticos, supuestamente, opositores.
Sin embargo, no deja de ser preocupante, como desprendimiento de los sucesos
ocurridos en los últimos días, el haber notado con claridad hasta qué punto la
política venezolana está impregnada de una parafernalia de símbolos y
sentimientos que tienen que ver con el ámbito de la mística, más que con el
diálogo entre sectores diversos y que ocasionan la ausencia de rutas políticas
para cambiar el rumbo del país en el corto y mediano plazos. Es inevitable
sentir, junto al duelo genuino, el lugar que tienen entre nosotros la épica, la
salvación y la veloz voluntad de crear mitos, a lo que se agrega hoy un estilo
no exento de connotación sacrificial. Algunos “políticos” han llegado a
interpretar la propuesta de Maduro a elecciones parlamentarias en diciembre,
como una imperante obligación de “inscribirse” pues, bajo cualquier
circunstancia en que no se den, hay que estar inscrito para cuando se quiera
reactivar el llamado. Inscribirse tendría el efecto de crear una deuda
simbólica, una obligación de repago para con quien se ha inscrito. ¡Por favor!
Es imposible, en
los momentos actuales de la política en Venezuela, no recordar aquella línea de
Nietzsche: "Las convicciones son enemigas de la verdad, más poderosas que
las mentiras". Las convicciones son, por naturaleza, refractarias a toda
comprensión del mundo que no se les asemeje. La gente que tiene convicciones
inquebrantables y tono apodíctico produce, en la legión de aquellos a los que
la realidad produce más bien perplejidad y necesidad de intercambio, una
sensación extraña. Tal vez la manera de expresarlo sea que estamos cansados de
los eternos ratificadores de rumbos, cualquiera sea el rumbo que ratifiquen. Porque
señalan una falta de plasticidad, una indisposición para polinizarse a partir
del otro, una incapacidad para reproducirse por otra vía que no sea la
clonación de sí.
Panorama que se
completa con una frase espontánea que sueñan con decir los políticos
venezolanos y que sintetiza la interpretación que otros hacen del momento:
"De mí depende la suerte de todos los venezolanos". Dejando de lado
el hecho de que si un político percibiera que la suerte de sus seguidores está
en sus manos debería tener como responsabilidad esencial disminuir su rol y
hacer crecer sus contrapesos, la frase sencillamente no es cierta en un sistema
democrático y republicano. Señala que la persona se autoinviste de un rol que
no le compete, independientemente de si lo hace de buena fe. Por el contrario,
parece esencial para un estadista no perder nunca la noción de modestia que
conlleva su tarea.
Pero cada vez es
más evidente la sensación de que parte de la política, en Venezuela, se
interpreta a sí misma, al igual que los profetas de antaño, como gente elegida
para cumplir una misión. Ayudada, claro, por quienes creen que encontrar una
persona con la iluminación adecuada para confiar los destinos del país es la
manera como saldremos finalmente adelante. Es imposible, sin embargo, no
percibir lo descrito como uno de los grandes obstáculos del país. Muy claro lo
define el tocayo Tovar-Arroyo que “La humildad, la audacia, la prudencia y el
coraje fomenten el despertar de nuestra conciencia…para que reduzcamos al
silencio a la maldita tiranía chavista”. No estaba tan equivocado cuando opiné,
parafraseando a Sir George Bernard Shaw, que a los políticos como a los pañales
hay que cambiarlos con frecuencia y por la misma razón.
Entre los
cristianos predomina la idea de que la mistica no tiene nada que ver con la
politica. Serian como dos elementos químicos que se repelen. Basta observar cómo
viven unos y los otros: Los místicos, encerrados en sus retiros contemplativos,
ajenos al índice de inflación, absorbidos en sus ejercicios ascéticos,
indiferentes a las discusiones políticas que se entablan a su alrededor. Los
políticos consumidos por interminables reuniones, corriendo contra el reloj de
la historia, preservando sus espacios, sumergidos en un remolino de contactos,
de análisis y decisiones que saturan el tiempo, promesas, mentiras y engaños
que no dan espacio ni siquiera a la convivencia familiar, cuanto más a la
meditación y reflexión sobre lo hecho. En verdad, una cierta concepción de la
mistica es incompatible con cierto modo de hacer politica.
El ejercicio
político, como acumulación personal de poder, es incompatible con la
experiencia mistica. La politica que no se basa en la participación popular
tiende a ser privilegio de un grupo, una casta o una clase. Esa participación
popular debe abarcar las tres esferas de la vida social: políticamente, por
mecanismos que permitan a todos participar de las decisiones; ideológicamente,
por el derecho de crítica y por el deber de autocrítica; económicamente, por el
igual derecho al acceso a los bienes necesarios para la vida. Fuera de eso,
aunque con título de democracia, lo que han sido estructuras idolátricas de
poder, luego se imponen al pueblo como fuerzas omnipotentes, omniscientes y
omnipresentes. Para el político que se sirve de ellas, la politica es como el
Olimpo, en el que lo deseable se convierte en posible. Ella es para ellos, una
especie de divinización del propio ego. Fuera del poder o de la función
politica, se verían insoportablemente reducidos a la propia identidad, obligados
a sufrir el abismo que, para el común de los mortales, hay entre lo deseable y
lo posible.
Pablo VI decía
que “la politica es la forma más perfecta de caridad” porque habla de todos y
de casi todo Ahora, sin repetir los errores del pasado, se debe buscar la
síntesis entre la politica, como ejercicio de transformacion liberadora de la
sociedad, y la mistica como conversión permanente al amor. Aceptar que la
mistica no tiene nada que ver con la politica seria como desencarnar de la
historia a Jesus y afirmar que las cosas de Dios no sirven para este mundo que
él crio. Existe una relacion dialéctica entre la fe y la promoción de la
justicia. En ese sentido, no habrá completa justicia mientras no se pueda vivir
la libertad como mistica, o sea, en la dimensión que una persona es tanto más
libre mientras más descentrada de sí misma y centrada en el Otro y los otros
esté. La raíz y el fruto de toda transformacion social está en que el rescate
de la fraternidad entre los hombres, de compromiso libertador, se convierta en
una exigencia politica.
Cuando nos
referimos a la mistica en la politica, al igual que en las corporaciones,
hablamos del sistema compartido de valores, estilos y costumbres que debe
orientar las conductas de los líderes políticos en su interacción diaria con el
colectivo que conforma la sociedad a la que se deben. Los valores
compartidos es la esencia de la mistica. Muchos líderes políticos sienten
que su responsabilidad finaliza al enunciar sus valores o compartir los del
partido político asociado y enunciarlos continuamente para que todos los oigan.
Esto no cumple con la función de los valores de crear un sentido para quienes
los oigan y que cobren vida. Para que estos cumplan sus funciones y, sobre
todo, para que crean una filosofía y una mistica, se requiere de un compromiso
con ellos, y no solo un acatamiento. Este es un proceso esencial que deben
llevar adelante los políticos con sus comunidades de trabajo.
A los políticos
venezolanos quisiera recordarles que Venezuela necesita recuperar la Cultura de
los Valores pues los valores están muy por encima del comportamiento pero la
mayoría de ellos alinean sus valores con sus comportamientos y son esos valores
los que muestran a la sociedad. Lo que hay que hacer y el país requiere, es
impedir que esos comportamientos, faltos de ética y moral ciudadana, calen en
nuestra sociedad. Debemos oponernos y rechazarlos pues no llevan al pueblo en
la dirección correcta. Son los valores quienes definen los modos de actuación
en el rumbo que se quiere.
No voy a
discutirles, en esta oportunidad, que más necesita el país pero, parafraseando
a un político que si era referente…Yo también tengo un sueño.... el sueño que
algún día pierdan el miedo a perder sus “espacios” y que no les impida
recuperar los valores que permitan construir una nueva y mejor sociedad.
Ha habido una
involución de los valores políticos de nuestro país por sus antónimos, el mejor
ejemplo es lo que hemos visto en estas dos décadas: Democracia por Tiranía;
Justicia por Impunidad; Tolerancia por Intransigencia; Respeto por
Irreverencia; Honestidad por Corrupción; Producción por Escasez; Bienestar por
Miseria; Conocimiento por Ignorancia; Armonía por Odio y Habilidad por
Improvisación. Ayúdennos a hacerlo realidad. Juntos podemos.
Los valores
centrales deben formar parte de la ideología de cualquier organización,
corporativa o partido político, la concepción básica que se tiene sobre la
naturaleza del trabajo, las relaciones interpersonales, las formas de
vincularse con la gente, el uso del tiempo, la igualdad de oportunidades, entre
otros. Muchas veces se ha confundido visión con valores centrales. Sin embargo,
podemos afirmar que una organización con valores pero sin visión de futuro ha
perdido el rumbo, no sabe hacia dónde navega ni a qué puerto llegar. Algo que
les está pasando a todos los partidos y líderes políticos en Venezuela.
Para ilustrar
este concepto se suele usar el cuento de Alicia en el país de las maravillas.
Alicia, perdida en el bosque, se encuentra frente a una bifurcación del camino
y le pregunta al gato: “¿Qué camino debo tomar?”. El gato le responde, muy
sabiamente: “¿Sabes adónde quieres llegar?” Y Alicia responde que no…
Entonces el gato
le dice: “Y si no sabes adónde quieres llegar, ¿para qué quieres saber qué
camino debes tomar?” En síntesis, la visión es la imagen del futuro que
procuramos crear y los valores son los caminos, los modos en que vamos a
actuar.
En una sociedad
en permanente crisis como la venezolana, denominada con toda razón como Estado
Fallido, las organizaciones políticas con valores claros y explícitos se
convierten en puertos seguros que deben guiar al colectivo favoreciendo su
crecimiento personal, la conciencia de sí mismo, un marco de pertenencia,
reglas claras y caminos para actuar en el logro de sus aspiraciones como
ciudadanos en la recuperación de la libertad, democracia y soberanía de nuestro
país. Estos valores son inspiradores de conductas individuales que conforman la
unidad tan requerida y cacareada actualmente. Los líderes políticos como
dirigentes tienen una responsabilidad significativa: la de construir,
desarrollar, implantar, sostener y transmitir los valores centrales ciudadanos,
y por sobre todo, actuar en función de ellos con coherencia entre el decir y el
hacer. Los valores compartidos es la esencia de la mistica.
¡Un fuerte
abrazo y eterno agradecimiento a mis lectores en mi cumpleaños! ¡Que Dios los
bendiga!
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