El peso invisible de la palabra comprometida (Gustavo González Urdaneta)

 El peso invisible de la palabra comprometida

Gustavo González Urdaneta

Miami 2 octubre 2025

 

Los seres humanos acostumbran a comprometer su palabra en muchas y diferentes ocasiones y circunstancias, pero no son muchos los que la mantienen y menos aun los que la cumplen. He pensado mucho en esa actitud porque, más allá del dolor personal que pueda provocar, me confronta con una pregunta: ¿qué significa comprometerse? No me refiero al compromiso entendido como una cadena o un deber impuesto, sino a esa responsabilidad silenciosa que asumimos cuando decimos “cuenta conmigo” o cuando alguien nos dice “ahí estaré”. La palabra dada, comprometida, incluso cuando no lleva firma, tiene un peso invisible que sostiene proyectos, relaciones, y hasta el prestigio de cada quien.

 

El compromiso, desde su etimología latina (compromissus), se refiere a una promesa completa y al acuerdo para cumplir con algo. Es una obligación o acuerdo que se contrae, ya sea individual o compartido, lo que implica una responsabilidad ética y el cumplimiento de objetivos. Más allá de la promesa, el compromiso es lo que convierte una promesa en una realidad tangible, transformando las intenciones en acciones. No debemos aceptar compromisos de cualquiera, hay que ser muy selectivo en esto de dar por sentado que la gente cumple lo que promete. No aceptes la palabra sino de aquellos que respetan tus limites, te valoran y te defienden; de quienes se disgustan contigo de frente y a tus espaldas te protegen; de quienes no se van de tu casa cuando resbalas, sino que te sostienen la mano mientras te levantas; de los que en ocasiones ni siquiera te entienden., pero intentan hacerlo. Esos los que te quieren y a quienes puedes aceptarles su palabra en compromiso. No aceptes nunca la palabra de quienes tratan de componer lo que no han roto, ni de los que buscan solucionar problemas que no han causado, o de buscar a personas que no han echado. No trates de dar siempre lo mejor de ti, cuando nadie te valora, se cansa uno, y cuando uno se cansa, no hay marcha atrás. Puede que te llamen egoísta pero yo lo llamaría amor propio porque en el proceso de arreglar las cosas de todos y con todos, el único que sale lastimado eres tú.

 

Los cambios de gobierno siempre me han parecido un buen ejemplo para pensar en los compromisos. En Venezuela tras vivir casi un cuarto de siglo subyugados a un régimen que no representa a la mayoría, todos han luchado por el logro de  la unidad de la oposición y obtener un candidato único por eleccion popular y alinearse todos para triunfar en la próxima eleccion presidencial. Todos listos, el rumbo trazado y se logró el triunfo propuesto. De repente, salta un imprevisto que aparentemente nadie se planteó, el régimen no solo no aceptó el resultado sino que se declaró ganador e impuso su candidato. No hubo dramatismo, ni hubo peleas… solo un silencio extraño. El proceso siguió su curso, pero ya no era el mismo. Y  quienes quedaron a cargo de revertirlo  deben pulsar más fuerte para lograrlo. Alli se reforzó el compromiso inicial de la palabra dada. Su peso sigue siendo invisible por múltiples razones. 

 

Es normal que existan diferencias en el compromiso adquirido, que la vida se desordene, que el cansancio pese o que la ilusión se desgaste. Eso no lo puede cuestionar nadie, todos somos frágiles, todos nos equivocamos. Lo difícil está en lo que ocurre cuando esas fracturas no se hablan, no se socializan, no se encaran de frente, no se comunican. Cuando se depende de la fe en algo que no es religión. Cuando se decide manejar un proyecto nacional a puerta cerrada, con noticias frías manejadas al arbitrio de cada quien, con un silencio recurrente, con ausencias inexplicadas, a través de la ansiedad y esperanzas de quienes son simples espectadores. Ahí es donde la herida no es solo personal, sino ética: porque el compromiso no era conmigo o contigo, sino con algo más grande que ambos: la recuperación del pais.

 

Las promesas políticas han sido una constante en la historia de las sociedades humanas. Desde tiempos inmemoriales, los líderes han utilizado la palabra para generar confianza, movilizar electorados y establecer conexiones emocionales con la ciudadanía. Sin embargo, en una era donde la desconfianza en las instituciones parece ser la norma, surge una pregunta fundamental: ¿cuál es la validez ética de las promesas políticas? Al realizar una promesa, un político se compromete a llevar a cabo ciertas políticas, reformas o acciones que se consideran deseables por los votantes. Esta dinámica se manifiesta no solo en campañas electorales, sino también en la acción gubernamental una vez que los líderes han asumido el poder. Sin embargo, no todas las promesas se realizan con la misma intención o solemnidad.

 

En el mundo de la política cada palabra y gesto está bajo constante aprobación, los errores pueden tener consecuencias devastadoras para una carrera prometedora, ya que ciertos patrones de comportamiento emergen por los tropiezos más frecuentes que cometen los políticos, independientemente de su ideología o posición, así que, se suele mencionar un decálogo de errores más comunes, pero la mayoría no se aplican a la realidad de la oposición actual venezolana. Por ejemplo, si bien no se aplica la desconexión con la realidad cotidiana, si peca de un “silencio comunicacional” atribuido a la confidencialidad implícita en cualquier estrategia politica pero no puede convertirse en la libre interpretación individual pues no tiene el peso invisible de la palabra comprometida colectivamente. La imagen de proyectar “soluciones mágicas” a problemas complejos sigue siendo irresistible para muchos políticos y para la gran mayoría de los venezolanos. En estos últimos es totalmente comprensible, en los políticos es inadmisible.

 

Cuando  se está en una crisis, muchos políticos cometen el error de “minimizar el problema”, negar su existencia o, peor aún, desaparecer de la escena pública. La falta de “protocolos claros” de gestión de crisis y la incapacidad para dar respuestas rápidas y efectivas han acabado con más de una carrera política prometedora e incrementado la indiferencia politica del ciudadano de a pie. No todos son capaces de “manejar la situación” y poder convertir un momento de frustración en optimismo para todos. En la actualidad venezolana no existe mucha inconsistencia entre el discurso público opositor y las acciones pues todo reposa en solo dos personas, de las cuales. una, es bien reservada. Algo que en esta era digital se ha vuelto particularmente difícil. Las redes sociales y el periodismo de investigación han facilitado la exposición de contradicciones entre lo que los políticos predican y practican, la ventaja/desventaja para la oposición venezolana es el silencio comunicacional. Igual se aplica a la “falta de autocrítica” y, en un régimen como el venezolano no existe la improvisación en políticas públicas. Otros mandamientos del decálogo político no se dan por  el tipo de  régimen que maneja el pais.

 

El decálogo de errores mencionado, aunque comunes, no son inevitables, ya que los políticos que logran identificarlos y corregirlos a tiempo no solo mejoran sus perspectivas electorales, sino que contribuyen a elevar la calidad del debate público y la práctica política en general. La ciudadanía, cada vez más informada y exigente, demanda un nuevo tipo de liderazgo político capaz de aprender de estos errores y evolucionar hacia formas más efectivas y transparentes de hacer política.

 

Según filósofos como Jean Paul Sartre, el compromiso es más un acto y una acción que una mera palabra o promesa, pues implica una responsabilidad y libertad para crear la propia esencia y dar sentido a la vida a través de las decisiones y actos que se toman. El concepto de compromiso se vincula a la obligación, al deber y a la libertad de actuar en coherencia con los propios valores, y en el caso de Sartre, a la responsabilidad universal que se adquiere al elegir en nombre de toda la humanidad. Sartre enfatiza que el compromiso no es algo superficial, sino que es un acto que requiere convicción, esfuerzo y dedicación. Ante la libertad absoluta que caracteriza la existencia humana, el compromiso se convierte en una respuesta y una forma de dar sentido, asumiendo la responsabilidad total de los actos. Actuar con compromiso es un acto de autenticidad que rechaza la "mala fe", el autoengaño de negarse a la propia libertad y responsabilidad. Las decisiones y compromisos individuales no solo son personales, sino que, al elegir, se proyecta una imagen de lo que todos los hombres "deben ser", lo que implica una responsabilidad para la humanidad.

 

En el ámbito de la filosofía moral, los teóricos han debatido extensamente sobre la naturaleza de los compromisos. Por ejemplo, el filósofo Immanuel Kant sostuvo que la esencia de la moralidad radica en actuar de acuerdo con principios universales que puedan ser aplicados a todos. En este sentido, si un político promete algo, debería cumplirlo no solamente por razones utilitarias, sino también por una cuestión de deber moral. Fracasar en el cumplimiento de una promesa podría considerarse una violación de confianza que erosiona el tejido social y la relación entre gobernantes y gobernados.

 

La ética política plantea interrogantes sobre la responsabilidad no solo de los líderes, sino también de los ciudadanos. En un contexto democrático, los ciudadanos tienen el deber de evaluar críticamente las promesas realizadas. Esta evaluación no debe ser superficial; implica un análisis reflexivo sobre si los compromisos ofrecidos son realistas, necesarios y factibles dentro del contexto social y económico en que se presentan. Se podría afirmar que, al ejercer el voto, los ciudadanos también asumen una responsabilidad moral en relación con las promesas que permiten emerger en sus líderes. La educación cívica juega un papel crucial en esta dinámica. Un electorado informado es más capaz de discernir entre las promesas realistas y las demagógicas. La cultura política debe fomentar el pensamiento crítico entre los ciudadanos, alentándolos a cuestionar las propuestas y a exigir transparencia y rendición de cuentas. Si los ciudadanos se comprometen a participar activamente en la política, entonces se crea un ambiente donde las promesas políticas pueden ser vistas como oportunidades de cambio genuino, en lugar de simples herramientas de manipulación. La vitalidad de la democracia depende, en gran medida, de la validez y cumplimiento de las promesas políticas y de la capacidad de la ciudadanía para exigir lo mejor de sus líderes.

 

Para Sartre, no hay una naturaleza humana predefinida; cada persona se construye a sí misma a través de sus actos y decisiones. En este contexto, el compromiso no es un mero concepto intelectual, sino una manifestación tangible de esa libertad radical. La célebre frase de Sartre, “El compromiso es un acto, no una palabra”, sintetiza su visión de que la autenticidad se encuentra en la acción. El compromiso, en su concepción, va más allá de una simple promesa o un acuerdo verbal. Es un acto de fe en un proyecto, en el que el individuo se obliga a sí mismo a cumplir con sus deberes y obligaciones.

 

Esta idea resuena en la vida cotidiana, donde los compromisos adoptan diversas formas, ya sean sociales, éticos, personales, familiares o educativos. Aunque el concepto de compromiso a menudo se asocia con un pacto entre múltiples partes, la raíz de su poder reside en la convicción personal de la “semilla que se riega”. Creer en un objetivo es el primer paso, pero es el trabajo duro, la disciplina y la entrega lo que permite que esa creencia se materialice en resultados. El peso invisible de la palabra comprometida. Esto significa que cada acto de compromiso tiene una dimensión ética universal. En el ámbito educativo, por ejemplo, el compromiso no es solo una responsabilidad de la escuela o la familia de manera individual. Es una tarea compartida que requiere un pacto mutuo para promover un aprendizaje que sea tanto afectivo como efectivo. La educación, como cualquier otro compromiso, requiere de la tenacidad y la disciplina. La familia se compromete a enseñar a convivir y a validar las emociones de sus hijos, mientras que la escuela asume la responsabilidad de desarrollar sus habilidades y hacer del aprendizaje una experiencia curiosa y estimulante.

 

“Creo que la vida nos pone a prueba constantemente por nuestro nivel de compromiso, y las mayores recompensas de la vida están reservadas para quienes demuestran un compromiso interminable de actuar hasta conseguirlo. Este nivel de determinación puede mover montañas, pero debe ser constante y consistente. Por muy simplista que esto pueda parecer, sigue siendo el denominador común que separa a los que viven sus sueños de los que viven lamentándose”

Tony Robbins

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